«Hay mujeres que entran llorando y con un estado psicológico pésimo, pero muchas veces salen con una sonrisa porque intentamos darle el mayor apoyo posible y, dentro del dramatismo de su situación, tratamos de ayudarles para que adopten una actitud positiva de cara al futuro». Ese es el primer efecto que logran los miembros de la Unidad de Familia y Atención a la Mujer (UFAM) del Cuerpo Nacional de Policía en Córdoba, asegura el inspector Antonio Cebrián, responsable de sus grupos de investigación y protección.

Cuando acude una víctima de violencia de género a presentar una denuncia, «lo primero que se le facilita es información sobre lo que conlleva el hecho de efectuarla y todos los derechos que tiene», explica Cebrián. La unidad cuenta en la comisaría de Campo Madre de Dios con una sala de espera «para salvaguardar la privacidad e integridad de las víctimas». Se les da, además, una atención «personalizada y totalmente profesional, ya que el personal está muy sensibilizado con el tema de la violencia de género y la disponibilidad es total en la atención y el seguimiento de las víctimas».

Si la mujer decide presentar la denuncia, «existe un protocolo con el que se analiza el nivel de riesgo». Los dos últimos, alto y extremo, «llevan una serie de medidas policiales que pueden llegar hasta la protección las 24 horas». A todas, eso sí, se les da unos «parámetros de autoprotección» y «se les asigna un policía protector que será el que haga el seguimiento» del caso. «En alto y extremo es prácticamente diario e implica medidas como pasadas periódicas por el domicilio, por el lugar de trabajo, el colegio de los menores… Y en el nivel extremo, cualquier movimiento que haga no se le deja sola».

La UFAM mantiene un contacto «muy directo y diario» con el Juzgado de Violencia sobre la Mujer, al que se acompaña a las víctimas para preservar su integridad. También con las casas de acogida; Instituciones Penitenciarias, para saber «cuándo van a salir de prisión los autores y así avisar a la víctima con tiempo suficiente para que se puedan adoptar medidas de seguridad», y, por supuesto, con la Unidad contra la Violencia sobre la Mujer de la Subdelegación. «Es decir, se establece un círculo integral de seguridad», afirma.

Lo que se encuentran en la UFAM es «mucha indecisión de las mujeres a la hora de denunciar». Pero, ¿por qué?, ¿cuáles son sus miedos? «El miedo principal es al día después de presentar la denuncia, a las represalias que puede tomar el autor. Y un segundo miedo es a qué va a pasar con ellas por esa dependencia que tienen económica, familiar, con el domicilio… Todo eso -apunta Cebrián- conlleva un desequilibrio para la mujer y hay que intentar paliarlo», de ahí la importancia de darles toda la información antes de tomar la denuncia. «Le decimos lo que puede pasar para ellas y para el autor», añade el responsable policial. Y es que también «hay muchas víctimas que quieren denunciar pero que no se detenga al autor; quieren que la Policía sea el coco: ‘Usted va, le riñe a mi marido…». «Cuando en realidad -acierta a diagnosticar Cebrián- esto no es un problema policial, sino de educación y de respeto».

Medidas de formación

Un problema este «grave», un «terrorismo encubierto debido a la violencia machista», una cuestión que «se quiere arreglar con medidas policiales cuando ya se ha producido la agresión, el homicidio, y no es así, sino que hay que atajarlo desde mucho más abajo, con medidas educativas, de respeto, de formación», analiza el inspector de la Policía Nacional. Por eso, ahora que ha tomado cuerpo el pacto de Estado, Cebrián entiende que «todo lo que sea dar un paso en la implicación del resto de la sociedad es básico. Todo lo que sea para minimizar…, porque erradicar va a ser imposible», pronostica antes de aportar un inquietante último dato: «Solo se denuncia un 25% de los casos que se dan en realidad porque todavía hay muchas mujeres que lo ven como un problema interno».