LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO: SEVILLA (1935)

TRAYECTORIA: JEFE DE CIRUGIA DEL HOSPITAL REINA SOFIA HASTA 2005 Y DIRECTOR DE LA UNIDAD DE TRASPLANTES DE HIGADO Y PÁNCREAS

RECONOCIMIENTOS: ACABA DE RECIBIR EL PREMIO VIRGILI DE LA SOCIEDAD CATALANA DE CIRUGIA

Carlos Pera Madrazo pensó en ser arquitecto, pero finalmente, tras entrar en un quirófano con su padre en Santander, la magia que escondían sus manos no terminó plasmándose en el diseño y construcción de grandes proyectos, sino en la consecución de hitos de la cirugía a nivel nacional y europeo. Hijo de otro gran cirujano, el sevillano Cristóbal Pera Jiménez (medalla de plata de la ciudad hispalense), en su familia esta especialidad médica siempre fue la protagonista. Tiene una hija bióloga y otra anestesista. Su formación como cirujano comenzó en Sevilla y luego continuó, sobre todo de cara a especializarse en los trasplantes, en el hospital de Lyon y se completó con estancias en París, Oxford, Cambridge, Zurich y UCLA (Estados Unidos). Conoce el mundo por su profesión y aficiones: la fotografía y la vela. No en vano ha realizado la travesía del Atlántico, de la Martinica a Cádiz, y la del Sáhara libio y Mali, incluido Tombuctú. Y ahora, en la etapa actual de su vida, este cirujano ha vuelto a practicar la vela ligera. La lista de premios que atesora es inabarcable, entre ellos el Cordobés del año 2003 de Diario CÓRDOBA, el Averroes de Oro y uno que le acaban de conceder, el Premio Virgili de la Sociedad Catalana de Cirugía, un galardón de gran prestigio. En 1975 llegó a Córdoba para quedarse, tras vincularse a la Universidad y al hospital Reina Sofía. Su niñez fue feliz, al crecer en el seno de una familia acomodada. La Guerra Civil y el inicio de la posguerra los pasó en su Sevilla natal. Ya en Córdoba ha sido testigo directo de la conversión progresiva de la capital cordobesa en ciudad sanitaria y de la llegada de la democracia.

--¿Qué recuerdos tiene de su infancia y juventud?

--Estudié en Sevilla, en el colegio San Francisco de Paula, un centro laico del que tengo buenos recuerdos. Estaba por el barrio de San Pedro, en la calle Sor Angela de la Cruz y era un centro de mucho prestigio, del que salían alumnos muy brillantes. Tenía mucha relación con la Universidad porque los docentes complementaban el sueldo con clases en los colegios. Los profesores que me enseñaron tenían una mentalidad abierta. Antes de entrar en la Universidad para estudiar Medicina hice la reválida y una de las pruebas era una redacción sobre las costas de España. Me gustó lo que escribí.

--Cuando comenzó la Guerra Civil tenía usted un año.

--Nací en el Frente Popular. Mi familia estaba en San Sebastián cuando empezó la Guerra Civil. Cuando se liberó San Sebastián, mis padres se trasladaron a Sevilla, estando mi madre embarazada de un hermano mío. De la Guerra Civil tengo un recuerdo muy curioso. Era como el aeropuerto de Tablada y había un avión alemán blanco del que se bajaban los oficiales y todo el público, entre ellos mi padre, corrían hacia el avión y volvían corriendo diciendo que todavía no había comenzado la Segunda Guerra Mundial. El avión debía ser un Heinkel. Me acuerdo de escuchar la radio y los gritos de alegría de la familia de que había terminado la Segunda Guerra Mundial. Por otro lado, me acuerdo de mi comunión en 1942 y de que España era entonces bastante pobre.

--¿Cómo fue su etapa de estudiante de Medicina?

--España empieza a despegar cuando yo ya era médico. La carrera de Medicina duraba entonces siete años y estudié de 1952 a 1959, alternándolo con viajes a Inglaterra para aprender inglés. El francés ya lo conocía muy bien del colegio y durante mi formación en Lyon me sirvió mucho. En la carrera quien no aprobaba todo el primer curso no pasaba al siguiente, sino a una clase para repetidores, y eso provocó que de una clase de 300 quedásemos sólo 47. Fue un curso un poco privilegiado que dio muchos catedráticos, jefes de servicio y médicos brillantes. Como profesor titular ganaba 4.000 pesetas de entonces y complementaba el sueldo ayudando a mi padre en su clínica. Aprendí mucho de él.

--Tiene su casa y consulta en Vallellano. ¿Siempre vivió ahí?

--Sí, puse en Vallellano la consulta tras una corta estancia de alquiler en la Sierra. La consulta no era mi modus vivendi fundamental, mi prioridad era el Reina Sofía y la Facultad de Medicina. Vine aquí porque nace la Universidad y la UCO fija una masa estudiantil en Córdoba y le dio mucha vida.

--¿Cómo ha cambiado Córdoba?

--Además de la Universidad y del hospital, un hecho que incrementó el movimiento en la ciudad fue la apertura de El Corte Inglés, que aportó personal y trabajo y atrajo además a otras empresas. Otro paso que ha ayudado a vender mejor Córdoba es el avance en las vías de comunicación. Antes que hubiera autovía o AVE era un calvario recoger en Sevilla a los médicos que venían de fuera a dar conferencias.

--¿Y qué diferencias observa en la imagen urbana de la ciudad?

--Opino que se han talado muchos árboles en Vallellano. Muchas de esas plantas se dañaron cuando se instalaba en esta zona la Feria de Mayo, ya que los aseos de las casetas tenían pozos sépticos. Por otro lado, últimamente las autoridades se han pasado al poner adoquines y granito. Si quitas la sombra de un árbol y pones granito sube la temperatura que desprende el suelo dos o tres grados.

--¿Córdoba sigue siendo un pueblo grande?

--He visto a Córdoba enriquecerse, pero si la comparo con San Sebastián (donde nació mi madre), esta segunda ciudad tiene una riqueza y una forma de ser que le permite ser más ciudad que Córdoba, pero Córdoba es una ciudad milenaria y San Sebastián no lo es, ni ha sido enclave del Neolítico, ni capital de la Roma hispánica y del Califato como Córdoba.

--¿Qué le gusta de Córdoba?

--Para mí Córdoba tiene una cosa que trasciende el tiempo desde la época romana y por lo que representa en el mundo islámico. De sus fiestas, ni me gusta la Semana Santa, ni la feria. Pero tiene los patios, la auténtica fiesta de la primavera. Pasear por los patios me encanta y cuando invito a amigos les aconsejo que vengan en la época de los patios. Quizás en el siglo XX le ha faltado a Córdoba contar antes con buenas vías de comunicación. Tampoco ha llegado a cuajar el Palacio de Congresos, que podía haber ayudado a que Córdoba fuera muy visitada también por reuniones científicas. Al Palacio de Congresos le puede pasar como al Reina Sofía, que lo que fue el primer plan director se va reduciendo y no va a ser aquel gran hospital con el que soñó el ex gerente José Luis Temes.

--¿Qué más atractivos tiene pasear por Córdoba?

--Me gusta mucho la Judería y cómo ha quedado el museo de Medina Azahara. Sin embargo, no he sido mucho de tabernas.

--En la actualidad trabaja en una tesis doctoral en Geografía.

--A ver si la acabo. La tesis, dirigida por Bartolomé Valle Buenestado, es una visión de la imagen geográfica de los exploradores sobre el Fezzan, una parte del desierto de Libia. Al desierto siempre he ido con los Tuareg y cuando éstos descubrieron que yo conocía el cielo por navegar y hacer vela, pasé a otra categoría y me convertí en un héroe para ellos. Ir con los Tuareg por el desierto es como ir acompañado por la Guardia Civil.

--Pertenece a la Real Academia de Medicina de Sevilla ¿También a la Real Academia de Córdoba?

--Nunca me han propuesto para la Academia de Córdoba, ni tengo una calle y mi padre tampoco tiene una calle en Sevilla.

--¿Qué opina de la recuperación de la memoria histórica?

--Todo eso debe hacerse sin la maquinaria de la propaganda política. Conduce a división. Me considero liberal. Estoy de acuerdo con algunos artículos de la Ley de Memoria Histórica, pero a mi modo de ver no consigue llenar el espíritu de conciliación y concordia con el que comienza la exposición de motivos. La Ley se hace para ampliar derechos y medidas de quienes sufrieron en la Guerra Civil y la dictadura, pero no hace referencia al periodo histórico previo que condujo a la guerra, ni a la Ley de Amnistía de 1977, ni a la serie de decretos y leyes especificas para tratar de compensar penalidades a los que padecieron, en el bando republicano, los avatares de la guerra y la prisión en el periodo posterior. Por ello ha sufrido tantas críticas.

--¿Qué debemos aprender de hechos pasados?

--Estimo que los hechos históricos no ocurren porque sí. Tienen un antes y un después. Por ejemplo los gobiernos populistas de Sudámerica no han nacido de la nada. Tienen sus raíces en las formas de gobernar precedentes. Y sus caídas nacerán de sus errores. Sobre el comunismo, está obsoleto y enterrado. Otra cosa es ser socialista. Como doctrina política y económica, el comunismo se consolidó como especie en extinción con la caída del muro de Berlín, al igual que los fascismos con el final de la Segunda Guerra Mundial.

--¿Cómo ve la situación política y social actual?

--Lo peor es que no haya una alternancia en la política. Creo que Andalucía necesitaría un poco de alternancia, pero a veces no la hay por la política de los años previos. Por ejemplo, ¿qué papel ha jugado el PER? Va a ser algo difícil de quitar. Tenía que haber desaparecido en la época de bonanza. Una política basada en los subsidios es mala. Creo en la competitividad y no en las prebendas y en los subsidios. Y creo en Darwin y en sus teorías evolutivas. Lo fundamental para que una especie se mantenga es que tenga capacidad de supervivencia y de reproducción. Las ideas políticas al fin y al cabo son especies también.

--¿Cómo era la investigación en la época de Franco?

--No había dinero, porque no se pensaba en la investigación. Una cosa buena de aquella época fue la implantación de la Seguridad Social. Mi tesis doctoral fue un trabajo experimental hecho con perros. Terminaba de operar y me pasaba por las cocinas del hospital y me daban las sobras para darle de comer a los perros y los lavaba. Cuando uno quería hacer algo no te planteabas si era duro o no. Me preocupé cuando llegué al hospital por impulsar el laboratorio de cirugía experimental y recuerdo que antes de empezar con el programa de trasplantes operábamos muchísimo con cerdos, dos o tres tardes a la semana. Se trabajaba también con ratas. Al principio del programa de trasplantes no había suficientes camas en Cuidados Intensivos. Se empezó por el trasplante cardiaco, pero luego el tiempo ha demostrado que los reyes del trasplante son el hígado y el riñón y ahora se hace menos el de corazón. Después ha despegado el de pulmón y el mérito hay que dárselo a Angel Salvatierra. El de páncreas siempre ha sido el hermano menor.

Carlos Pera, en su unión sentimental y médica con el Reina Sofía, fue el responsable de dirigir por primera vez en Andalucía el primer trasplante de páncreas, en 1988, y el primero de hígado (1989). También realizó los primeros trasplantes infantiles y de neonatos de hígado en Andalucía, con hígado reducido y con hígado compartido (1992). Además, fue el impulsor del primer trasplante en España de hígado-páncreas (riñón en secuencial), en 1990 y de hígado-riñón-páncreas (1997). Su último hito fue el primer trasplante en Andalucía de hígado procedente de un donante vivo, en el 2002. De entonces a ahora ya son más de 900 trasplantes de hígado y 150 de páncreas los realizados en el Reina Sofía. Por otro lado, ha pronunciado conferencias en todo el mundo y ha participado y sigue haciéndolo en numerosos congresos nacionales e internacionales.

--El primer dinero para hacer trasplantes vino de Cajasur.

--Y si no hubiera llegado esa financiación a lo mejor me hubiera ido de Córdoba, al no poder iniciar el programa o hubiera aceptado una oferta para trabajar en Valencia que tenía entonces. Le expuse la necesidad a Miguel Castillejo del programa. Con ese dinero se formó al personal y se compró la tecnología. Cuando dije que había recibido la ayuda de Cajasur, eso siempre se calló. Luego volví a recibir otra ayuda de Cajasur para un hospital en Tánger.

--¿Pertenece a alguna red virtual?

--No. Quizás no sea de la generación de Facebook. A lo mejor si tuviera 17 años estaría ahí. Me muero sin estar en Facebook.