Las rebajas ya no son lo que eran. Nada que ver con aquellos años en los que la gente guardaba cola desde muy temprano a la espera de la apertura de puertas de las grandes superficies o las franquicias, para ser los primeros en conseguir el chollo de su vida. Aún así, y pese a que la mayoría de los establecimientos ya iniciaron los descuentos durante la campaña navideña, las calles del centro de Córdoba y las de los barrios más comerciales de la ciudad vieron aumentar ayer su público y el número de bolsas en sus manos. A las diez de la mañana se dio el pistoletazo de salida a las rebajas más tradicionales del año, esas «en las que todo el mundo pica», como decía Carmen López a las puertas de un establecimiento en el que el pasado miércoles vio un abrigo «precioso» que ayer pretendía comprar por la mitad de precio. La rebaja no fue exactamente del 50%, pero se iba muy contenta a casa habiendo pagado un 30% menos por esa prenda de la que se había «encaprichado».

También hubo clientes que, tras mirar por internet el nuevo coste de su producto elegido, se dirigieron al establecimiento, donde todavía «no estaba actualizado su precio». Mientras, otros trataban de devolver algún regalo con el que los Reyes «se habían equivocado de talla», señalaba la portavoz de un grupo de adolescentes perfectamente organizado para la primera jornada de rebajas. Y es que, si no quieres desesperar en la cola de los probadores o en la de la caja, hay que esgrimir una buena estrategia. En el caso de este grupo jóvenes, todo estaba bajo control. Una, a la larga cola para pagar; otra, a la del probador («todas tenemos la misma talla», decían), y las demás a buscar entre los montones de ropa la prenda más barata, que no la que «más necesitamos». Y eso es lo que reprochaba un hombre a su señora. «Pero para qué quieres eso, luego lo dejarás colgado en el armario, que te conozco», le decía muy serio a su mujer, mientras esta ponía cara de «para qué te habré dicho que me acompañaras».

La afluencia de clientes fue bastante desigual en unos establecimientos respecto a otros. Mientras que en las franquicias no cabía ni un alfiler y el caos se iba apoderando poco a poco entre miles de artículos desordenados y dependientes resoplando, en los pequeños establecimientos el volumen de público era menor y, por tanto, la situación bastante menos trágica. Excepto en los de las marcas «caras», cuyos descuentos «sí merecen la pena», decía una señora ante una tienda de una conocida firma, que, igual que casi todos los establecimientos, también abrirá hoy para seguir ofreciendo chollos.