El mundo se encuentra en una era convulsa, necesitada de la diplomacia como en otras etapas de la historia, ya que esta ciencia juega un papel fundamental que poco tiene que ver con las escenas de acción trepidantes que reflejan las películas o las novelas. Se trata de un trabajo duro y entregado, como puede atestiguar el cordobés Luis Miguel Bueno Padilla (Córdoba, 1979), que tras licenciarse en Derecho en la facultad de Córdoba y completar sus estudios en Francia y Estados Unidos decidió dedicarse a la diplomacia, disciplina que estudia los intereses y las relaciones que se dan entre los estados. Bueno ingresó en la carrera diplomática en el 2006. Desde entonces, ha ocupado diversos puestos, ejerciendo como funcionario en prácticas en el Ministerio de Exteriores, en la etapa en la que fue ministro Miguel Ángel Moratinos, y desempeñando distintas responsabilidades en las embajadas de España en Sudán, Jordania y Sarajevo. Actualmente forma parte del Servicio Europeo de Acción Exterior de la Unión Europea, donde ejerce como responsable de las relaciones entre la Unión Europea y Argelia. Trabaja y vive en Bruselas, donde reside con su mujer e hijo, y echa mucho de menos a su familia, amigos y los atractivos de su ciudad natal.

-¿Por qué se decantó por la carrera diplomática?

-Buscaba alguna salida profesional que me permitiera conocer mundo, aprender idiomas y tener estabilidad laboral. Me presenté a la oposición a la carrera diplomática, influenciado por profesores como José Javier Amorós y sus estimulantes clases de oratoria; por parientes como mi querido tío putativo Desiderio Vaquerizo; por mis hermanos de armas, Antonio y Rafael, y el incondicional apoyo de mi familia.

-¿Nunca pensó ejercer como letrado en un tribunal?

-Sí me lo planteé. Pero siempre pensé que, dado que se me daban bien los idiomas, mis esfuerzos estarían mejor empleados en representar a todos (al Estado) fuera de mi país. Por lo demás, la actividad consular del diplomático se asemeja en muchas ocasiones a la labor del letrado, no solo por su naturaleza jurídica sino por su vocación asistencial.

-Durante sus estudios vivió en Estados Unidos y Francia. ¿Cómo fueron esas experiencias?

-La de Francia fue estupenda. Me fui de Erasmus, pero renuncié a este programa y me inscribí como un alumno más en la universidad. Quería aprender la lengua, pero sacándome a la vez un titulo universitario. Fue penoso al principio. Me suspendían sin piedad y tuve que ponerme a trabajar porque no me llegaba la beca, pero lo logré. En Estados Unidos pasé un curso en Missouri como lector de castellano y de literatura hispánica en una universidad baptista. Fue una experiencia increíble que me permitió mejorar mi inglés y a la vez conocer en la costa este la América profunda.

-Su primera experiencia diplomática, en Sudán, la plasmó en un libro. ¿Tan intensa fue?

-Llegué a Sudán con muchas ganas de aprovechar al máximo mi primera oportunidad de trabajar para la diplomacia española. El afán de impregnarme del país y sus gentes, unido a las singulares experiencias del día a día, generaron una buena colección de anécdotas y de ahí salió un libro casi sin querer. Es un diario dividido en meses, desde el 2008 al 2010, y cada mes incluye 5 anécdotas. Quise añadir, además de mis peripecias, referencias al contexto, sobre todo a la historia del país y al trabajo de una embajada.

-¿Cómo fueron sus etapas posteriores en Jordania y Sarajevo?

-El periodo que pasé en Jordania estuvo marcado en gran medida por las revueltas en el mundo árabe. Tuve una oportunidad única de participar en los esfuerzos de nuestro país y de la Unión Europea para reforzar la democracia y el Estado de Derecho en este país y profundizar las relaciones con sus autoridades. Tengo muy grato recuerdo de los jordanos, entre los que hice grandes amigos, pero también de mi trabajo en la embajada y del equipo. Lo mismo puedo decir de mi breve paso por Sarajevo. A España y Bosnia-Herzegovina les unen lazos de profunda amistad, como a España y Jordania. En el caso de Bosnia de forma muy especial, pues allí perdieron la vida varios de nuestros soldados durante y después de la guerra. Uno de los momentos mas emotivos de mi carrera lo viví en Mostar, cuando me tocó presidir un acto de homenaje a nuestros caídos en la plaza de España de esa ciudad.

-¿Cuál es su cometido en el trabajo que ejerce en Bruselas?

-En el Servicio Exterior de la UE mi función consiste en ocuparme de las relaciones diplomáticas de la Unión Europea con Argelia. Eso implica mantener una estrecha cooperación con las autoridades de Argelia, así como con otras instituciones y la sociedad civil, con el fin de promover los intereses de la Unión y de sus ciudadanos en los ámbitos político, económico y social. Esto implica desde la firma de acuerdos, la organización de diálogos de alto nivel, la financiación de programas y proyectos hasta el acompañamiento y asesoramiento de visitas bilaterales, foros, negociaciones, entre otras actuaciones.

-Vivió de cerca los atentados de Bruselas del 22 de marzo. ¿Ha cambiado mucho el día a día y se ha reforzado la seguridad?

-Los atentados tuvieron un impacto tremendo en Bélgica. A diferencia de España, Bélgica apenas ha sufrido ataques terroristas en su historia reciente. Por tanto, las explosiones del aeropuerto y del metro fueron el equivalente de un 11-M para los belgas. Sin embargo, a pesar del periodo inicial de nerviosismo colectivo, Bruselas se ha repuesto con bastante rapidez y entereza de los atentados. Salvo por las patrullas de soldados en las calles, es como si nada hubiese pasado.

-¿La diplomacia consigue lo que las diferentes religiones, culturas o políticas pueden separar?

-Vivimos una de esas épocas de creciente fragmentación, inseguridad e incertidumbre. Aún estamos asimilando los cambios acaecidos en el mundo en el último siglo y sus consecuencias. La revolución de internet o el resurgir de China como potencia mundial son por ahora imprevisibles. La religión, la cultura y la política separan, pero también pueden unir. Creo que la labor de la diplomacia consiste en apoyar y fomentar esto último. En el Servicio Exterior hemos formado una red informal dedicada al estudio del nexo religión-política exterior que nos está permitiendo identificar oportunidades, desde nuestra relación con la diplomacia vaticana hasta la colaboración con reformistas musulmanes, para avanzar hacia una agenda de tolerancia, respeto y entendimiento mutuo.

-¿Le impresiona lo conocida que es Córdoba en países árabes?

-Córdoba sigue siendo un referente de primer orden para los musulmanes y en particular para nuestros vecinos arabo-musulmanes, que conocen bien la historia de los últimos omeyas y su huida a la Península. En nuestra universidad hay grandes conocedores del mundo arabo-islamico y de la historia de Al Andalus. No estoy seguro, sin embargo, de que algunos cordobeses sean conscientes de que su ciudad ocupa un lugar destacado en los libros de historia o del potencial de Córdoba para jugar un papel más destacado en el diálogo interreligioso.

-¿Cómo valora la victoria de Donald Trump en Estados Unidos?

-Por ahora es imposible responder. Donald Trump ha hecho declaraciones y luego él mismo se ha contradicho. Desde el matrimonio homosexual, que prometió prohibir y que ahora parece aceptar, hasta la construcción de un muro en la frontera con México, que sería ahora sustituido por una valla. Creo que Trump debe ser juzgado por las políticas que lleve a cabo en la Casa Blanca, no por sus opiniones fuera de ella.

-¿Qué imagen ha transmitido España en el exterior durante casi el año que ha pasado hasta formarse un gobierno?

-Han sido meses de cierta ansiedad. Muchos colegas del trabajo me han preguntado sobre nuestro sistema electoral, nuestra capacidad para formar gobiernos estables y las posibles repercusiones de no hacerlo. Al final creo que hemos demostrado, en una situación inédita para nuestro país, que poseemos no solo suficiente madurez democrática sino entereza social e institucional. Teniendo en cuenta la historia de nuestro país, es algo de lo que sentirse orgullosos.

-¿Corre riesgo de desaparecer la Unión Europea tras el ‘Brexit’ y la creciente irrupción de fenómenos políticos populistas y nacionalistas extremos?

-No creo que la Unión Europea vaya a desaparecer, pero vivimos una de las epocas más difíciles desde su creación. El populismo surge siempre en épocas de crisis, cuando todos buscamos soluciones simples a problemas complejos. Y el Brexit, fruto de ese populismo, ha sido un golpe duro para los partidarios de una Europa más integrada y para los que apuestan por una suerte de federalismo europeo. Pero constituye también una oportunidad para demostrar que la UE nos ha permitido consolidar un espacio de libertad, seguridad y justicia sin precedentes en la historia de nuestro continente.

-¿Cómo ha evolucionado Argelia gracias al apoyo que recibe por parte de la UE? ¿Contrasta este respaldo con la imagen de Europa en la crisis de los refugiados?

-Dada la importancia geoestratégica de Argelia, la principal aportación ha consistido en superar la lógica puramente comercial de esta asociación para cooperar en áreas como la energía, la seguridad o la gestión de flujos migratorios. A pesar de la crisis de los refugiados, creo que la UE sigue gozando de una imagen positiva, ligada a sus muchos logros y a las oportunidades que ofrece.