Cristóbal Velarde Prado es de Bolivia y tiene 58 años. Llegó a España por primera vez en 2007, procedente de Argentina, donde trabajaba como albañil. La motivación de su viaje, por tanto, no era laboral, sino que le animaron «las ganas tan grandes que tenía de conocer este país». Estuvo unos días en Madrid y pronto se trasladó a Córdoba, donde tenía un amigo. Llegó con su esposa y una hija, mientras que los otros dos hijos varones que tiene no viajaron con ellos. De hecho, ahora uno de ellos está en Bolivia y otro en Argentina. «Cuando llegué no me planteé una estancia para largo tiempo», relata Cristóbal, quien comenzó a trabajar en la construcción, un sector que estaba en pleno auge en aquel momento. Su mujer entró a trabajar en una casa, un empleo que conserva aún en la actualidad. Son 800 euros que tienen de sueldo fijo. Sin embargo, cuando llegó la crisis económica, este boliviano se quedó sin empleo y en 2011 volvió a su país, dejando en Córdoba a su esposa y su hija, con doce años en ese momento. En su tierra trabajó en el campo, sebrando maíz y patatas, o también como albañil, unas tareas que le permitieron reunir algo de dinero y regresar a Córdoba con su familia en marzo del pasado año. Ahora trabaja dos o tres días a la semana, según le requieren, realizando reformas. No se plantea el futuro, pero con su edad sabe que es complicado encontrar un trabajo fijo. Sea como sea, asegura que se siente un español más y afirma que nunca se ha sentido discriminado o marginado por ser de otro país.