La cruz de Blanca no solo está escrita en su apellido o en la marca que ha creado para sus proyectos fotográficos (BX). Esta joven cargada de vida, de ojos brillantes y mirada cristalina, vive desde hace años un auténtico calvario que, por encima de todo, le ha enseñado a no quejarse y a vivir el momento. Con 21 años, después de una década entregada en cuerpo y alma al ballet, su cuerpo decidió pararse un día, sin más, y cambiar el ritmo de su reloj.

Desde entonces, sufre una enfermedad rara aún sin diagnosticar que le hace sentir dolor las 24 horas del día y la obliga a permanecer en reposo la mayor parte del tiempo. Su mayor obsesión es no aparecer como una víctima porque su prioridad en este momento es abrir los ojos a quienes gozan de buena salud y se resignan a dejar la vida pasar sin sacarle todo el jugo. "Con meditación, con ayuda de mi familia y con cierta resignación, me he dado cuenta de que hay algo positivo en todo lo que me ha pasado, mi creatividad ha florecido hasta límites insospechados, cuando tocas fondo como lo hice yo, no te queda otra que tomar impulso para salir", confiesa mientras me mira a través de un espejo, recostada sobre cojines en el sofá que ahora es su centro de operaciones, rodeada de libros, junto al portátil que la conecta al mundo.

Enamorada de la fotografía artística, tras varios años acudiendo a Sevilla en silla de ruedas para completar sus estudios de Publicidad, decidió curarse de la titulitis y convertirse en autodidacta. "Soñaba con vivir de la fotografía y en ello estoy", explica. Con esa filosofía y un gusto exquisito por los detalles, Blanca mira el mundo a través de su cámara, actividad que compagina con el craft , personalizando objetos que vende por toda España gracias a internet. "Las redes sociales me han abierto muchas puertas sin salir de casa", comenta divertida, y casi olvido que, mientras habla y estira las piernas, siente un intenso dolor.

Sus planes siempre están condicionados por su cuerpo. "He tenido una racha muy buena, a la que siguió una crisis fuerte", explica. Sus sesiones de fotografía, casi siempre en exteriores, no tienen fecha fija, a veces se aplazan porque las fuerzas le fallan. "Es lo primero que digo, no engaño a nadie, esto no depende de mí, quien no lo entiende es porque yo no soy su fotógrafa". Hiperactiva e hipercreativa, prepara sus trabajos (www.blancadelacruz.com) con mucho mimo, reservándose los días previos para evitar una recaída, ideando estilismos, maquillajes, atrezzos y localizaciones para cada toma.

Cuando está fuerte ofrece talleres creativos en casa. Allí pasa la mayor parte de los días, pero cuando sale absorbe todo lo que ve como una esponja. "Es como si tuviera los sentidos más abiertos que antes, aprovecho cada segundo, siento todo al máximo". Si el cuerpo le flaquea, se entrega a la formación, con conferencias, clases de universidades americanas o plataformas de aprendizaje online. Incluso grabó su propio vídeo Tedx en público, en el Círculo de la Amistad, (Reinventarse ante la adversidad ). "Tengo momentos de bajón, mi enfermedad es invisible, el dolor no se ve, yo no quiero quejarme y hay quien no entiende lo que me pasa", explica, "pero creo que hay que luchar, cambiar de actitud y no dejarse vencer".

Cargada de ideas, no se separa de su grabadora, donde vuelca propuestas para nuevos proyectos. Así, ha lanzado BX por el mundo (bxporelmundo) o la misión BX en Nicaragua, para la que pronto lanzará una campaña de crowdfonding. "Hago relajación porque mi mente va más rápido que mi cuerpo", confiesa emocionada. Duerme poco, pero sigue soñando con el ballet, a veces despierta, e imagina coreografías a las que da vida gracias a la música. "La música me da la vida", dice. Luego, reflexiona: "La gente necesita pasar más tiempo consigo misma y perseguir lo que le hace feliz".