Acaba el mayo festivo y los estudiantes están a tope. A punto de empezar con los parciales, llevan semanas lidiando con la eterna lucha: estudiar como locos y disfrutar de la fiesta. «Nos han adelantado los exámenes por sorpresa y se echa el tiempo encima», explica Alejandro Correa, estudiante de Biología, «así que solo he podido ir un día a la feria». A su lado, Elena Ropero asiente con la cabeza: «Estamos todos igual, hay mucho estrés, así que lo mejor es venirse a la biblioteca, en casa hay muchas distracciones y además si hay dudas, cualquier compañero te puede echar una mano». Los que llevan el curso limpio tienen la mirada puesta ya en el verano. «Tengo planes para irme a EEUU, así que espero escapar bien y estoy aprentando mucho», comenta Alejandro. En la sala de lectura de la facultad de Medicina y Enfermería, la única biblioteca universitaria que abre estos días de feria (hoy y mañana hasta la una de la madrugada), el silencio se conjuga con el cuchicheo habitual. Cada cierto tiempo, alguien se levanta a hacer la parada reglamentaria. «Mientras esté abierta la biblioteca, yo estoy aquí», asegura Pablo Jiménez, estudiante de Ambientales. Solo faltó a la feria el miércoles, el día del botellón. «A todos nos gusta ir a la feria, pero yo intento respetar las horas de sueño para estar fresco, el cuerpo aguanta, pero la mente no», asegura sonriente. Se queja de los que arman jaleo. «Hay mucha gente que se sale a tomar café, que empieza a revolotear y te desconcentran», explica. Rafa Salido, de Informática es otro fiel a la biblioteca. «Feria y estudio se llevan regular porque aquí estás pensando en lo que te pierdes y en la feria en que deberías estar estudiando», comenta.

Claudia Pulgar coincide. «Es duro venir a estudiar después de un día de feria, no por beber ni nada sino por el cansancio, porque duermes mal y luego...». María Vidal lo confirma. «Ayer me acosté a las 4 y hoy me he levantado a las 9, es lo que toca...». H