Se celebra este año 2011 el centenario del nacimiento de Juan Bernier Luque. Aunque es de esperar una mayor celebración, ya en este y en otros medios se ha escrito y debatido sobre este ilustre cordobés tan polifacético que resulta difícil de definir y hasta de biografíar. Destaca su obra poética porque la poesía es siempre culminación y síntesis de muchas vivencias, pero yo quisiera explicar la impresión que me ha producido su relación científica, vital y literaria, con los arqueólogos y espeleólogos cordobeses en la segunda parte de su vida.

Como es bien sabido, en la década de los cincuenta del siglo pasado, Juan Bernier inició una exploración del territorio de la provincia de Córdoba que tenía como objetivo la localización de todos los yacimientos arqueológicos existentes en dicho territorio. La publicación de esa "carta arqueológica" resultó decisiva y treinta años después, "Córdoba, Tierra Nuestra" y otras obras suyas, seguían siendo de imprescindible consulta para los arqueólogos. En esa inmensa labor, Juan Bernier implicó a muchos jóvenes estudiantes de geología, prehistoria o geografía, pero también a muchos deportistas, entre los que tuvieron tratamiento privilegiado los espeleólogos. No nos engañemos, su interés por la espeleología solo procedía del conocimiento de que la mayor parte de los yacimientos del Neolítico se localizan en cuevas y simas.

Pero fue suficiente para que Bernier se convirtiera en uno de los máximos impulsores de la espeleología, deporte que daba en aquellos años sus primeros pasos en nuestra provincia. Los grupos espeleológicos cordobeses (Gejam, Gec y Gulmont), así como los de Doña Mencía (Gama) y Priego (Gesp), tuvieron su apoyo y asesoramiento y muchas veces, su presencia física directa.

El poeta se dejaba llevar por montañeros y espeleólogos buscando cuevas; penetraba pocas veces en ellas, pero su impulso vital resultaba siempre ejemplar. Bernier tenía ya una edad poco propicia para el esfuerzo físico extremo; quienes le acompañaban tenían en cuenta esa circunstancia y él mismo era consciente y reaccionaba con paciencia e ironía a los comentarios. En el relato de uno de sus recorridos por Abrevia y Camarena, aparece esta frase: "- me miran compasivamente reptar por las rocas, agarrarme a las ramas, sudar copiosamente y procurar no mirar abajo por temor al repentino vértigo; pero este novato del montañismo con noventa kilos y más de cincuenta años, sube trabajosamente, pero sube".

En una época tan distinta a la nuestra, su homosexualidad le creó problemas también en este campo. En Priego tuvo que soportar que un mindundi de la OJE rechazara su brazo extendido y su mano abierta en señal de saludo.

Pero si su "trabajo de campo", tan duro como apasionante, llegó a ser valioso para el estudio de la prehistoria en la provincia, no menos interesantes, todavía hoy, son las crónicas que de sus exploraciones, realizadas con increíble tenacidad y constancia cada fin de semana, quedaban reflejadas en las páginas del Diario CORDOBA o en las del Boletín de la Real Academia. La espeleología y el montañismo cuentan, desde hace décadas con revistas especializadas que han publicado miles de páginas en las que compiten imágenes y palabras. Me atrevo a afirmar que nadie ha creado páginas de tanta belleza como las que el poeta nacido en La Carlota dedicó a las sierras y a las cuevas y simas de la Subbética cordobesa en los años sesenta del siglo pasado.

Sus descripciones de la "Cueva de los Murciélagos" de Zuheros, de "Cueva Negra" de Rute, o de la "Cueva de los Mármoles" de Priego, son un verdadero "cántico" a los valores estéticos y deportivos de la espeleología y podrían figurar por derecho propio en la más rigurosa selección de literatura paisajística dedicada al mundo subterráneo.

Como muestra antológica, valga este párrafo mil veces citado, en el que Juan Bernier dio forma al "mito de la Gallinera", tras pasear, jadeante, su aliento poético por la geografía salvaje de la Sierra Horconera: "Bocas tiene la Gallinera por donde en los fríos días invernales, el vaho de la tierra espesa sus vapores en chorros de misteriosa niebla; agujeros por donde bueyes y cabras han desaparecido sin más rastro, tragados por el mundo de la tiniebla; cuevas, cuyas galerías no tienen fin y cuyos pozos o abismos, han puesto pavor en los pocos que se atrevieron a violar sus recintos".

* Cronista oficial de Priego