San Agustín es uno de uno de esos barrios históricos de Córdoba que todos conocen, uno de esos barrios nacidos al calor conquistador del rey Fernando III, que tras arrebatar la ciudad a los musulmanes mandó construir varias iglesias que se convirtieron, además de en centros de culto, en cabeza administrativa de cada una de aquellas collaciones o barrios.

San Agustín creció en torno a su iglesia, que comenzó a construirse en el primer tercio del siglo XIV, y a aquel convento que tuvo gran importancia durante varios siglos. Aunque el templo es de origen medieval las posteriores transformaciones a lo largo de los siglos la convirtieron en una de las joyas barrocas de Córdoba.

En su convento vivió una comunidad religiosa que «ha sido de las más ilustradas de España», como señalaba Teodomiro Ramírez de Arellano en sus Paseos por Córdoba, una comunidad que puede presumir de haber costeado una imprenta, «de las primeras y mejores que hubo en Córdoba, y de haber sido el primer convento en que se explicó la Filosofía moderna, costando no pocos disgustos a estos frailes», que «dispensaban a las artes todo el apoyo que les era posible».

La iglesia sufrió un importante deterioro durante la Guerra de la Independencia, ya que las tropas napoleónicas se apoderaron del convento, «destrozando edificio, enajenando sus bienes y despojando el templo», que convirtieron en granero. Con la desamortización de Mendizábal llegaría la exclaustración de los frailes y tiempo más tarde sufriría un incendio.

LAS ANGUSTIAS

A principios del siglo XX se llevó a cabo una importante labor de restauración, pero fue insuficiente y el templo tuvo que cerrarse décadas después. Y antes de hacerlo, se llevaron la imagen de la Virgen de las Angustias de Juan de Mesa a la iglesia de San Pablo.

A principios de los 80 del pasado siglo se realizaron obras de consolidación de la iglesia y finalmente en la primera década del siglo XXI se reanudaron las reformas estructurales y estéticas del edificio, que volvió a abrir sus puertas en 2009. Cinco años después volvería la imagen de las Angustias a su templo.

A la vez la plaza en la que se ubica la iglesia se fue deteriorando con el paso de los años y su reestructuración se convirtió en una de las principales demandas vecinales.

UN PAISAJE NUEVO

Por fin se llevaron a cabo las obras y en 2016 San Agustín estrenaba paisaje urbano.

Este barrio, de carácter popular, conserva muchos de sus rasgos distintivos y de hecho cuando alguien se pierde entre sus calles puede descubrir el secreto de su forma de ser y de entender la vida.

Entre su empedrado aún resuenan las canciones que compuso Ramón Medina y que se entonaban cada noche en Casa Pancho, en la calle Montero, la sede de la Peña El Limón, de la que fue fundador el compositor. Así que de San Agustín salieron las letras y músicas que desde entonces han cantado a Córdoba.

No muy lejos de ahí se encuentra uno de los cines de verano que los cordobeses visitan desde hace varias décadas, el Olimpia, un clásico para disfrutar del séptimo arte en la tórridas noches de estío.

El barrio además ha sido un lugar tradicional de reunión, sobre todo en determinadas fechas, como en Carnaval, que desde hace años tiene su sede entre estas calles, como la propia Montero o Pozanco, además de las plazas de San Agustín y de San Juan de Letrán.

Este entorno conserva también muy viva la tradición del Festival de los Patios y son muchos los propietarios de este barrio que cada año se presentan al concurso y abren las puertas de su casa a los visitantes. De hecho la ruta de los patios de San Agustín, junto con la de su vecina Santa Marina, han sido las más visitadas en el último año. Es un ejemplo más de la esencia de un barrio con solera que ha mantenido un estilo de vida propio, como las casas de vecinos que se mantienen desde antaño.