"No sé lo que voy a decir, que es lo mejor que me puede pasar". Así empezó ayer Antonio Gala su discurso de clausura de la asamblea de Rotary Internacional, una organización de índole humanitaria que ha reunido este fin de semana en Córdoba a más de 200 miembros. Y a partir de esa confesión del escritor de llegar a la cita sin un guión establecido, más allá del acertado recurso de hablarle de Córdoba a quienes no la conocen --los participantes procedían de diferentes puntos de España--, de su boca salió un rosario de piropos para la ciudad y su historia, alguna anécdota y referencias a una despedida que ve próxima por su delicado estado de salud a causa de un cáncer.

"Están ustedes en una ciudad maravillosa que ha sido lo que no ha sido ninguna", les dijo Gala a los presentes. Habló de Abderramán, "un hombre orgulloso de una ciudad en la que estaban las mejores cabezas del momento"; de la Mezquita y su bosque de columnas --"la Catedral estropeó la Mezquita", afirmó al hilo--, y de Medina Azahara, que "destruyó la religión". "La religión mal entendida --añadió el escritor a cuento-- es un desastre y bien entendida es un desastre amable".

Los iconos de Córdoba

Trufado el discurso también de anécdotas --como cuando visitó Medina Azahara junto a la Reina Sofía y los fotógrafos la olvidaron, según recordó, para volcarse en él y el Cervatillo al decir alguien "mirad, los dos iconos de Córdoba juntos"--, el nexo de unión de su intervención fue siempre Córdoba, una ciudad "increíble en la que había un momento en el que todos los grandes músicos, médicos, artistas, poetas y filósofos estaban aquí... Luego nos hemos ido estropeando. Ya no estoy casi ni yo", apuntó con desparpajo y su habitual tono pausado.

A partir de ahí, la referencia de Gala al adiós. "Debíamos ser todos un poco como ustedes: rotatorios --reflexionó ante los miembros del Rotary Club--, que nos sustituyeran en cuanto diéramos la menor muestra de debilidad. Yo ya estaría hace mucho tiempo sustituido. Ahora estoy simplemente moribundo, con lo cual no me van a sustituir, me van a enterrar, me van a quemar".

Y concluyó, como hizo a lo largo de toda la clausura de la asamblea, sin olvidarse de Córdoba ni de, según insistió, su próximo adiós. "Están en una ciudad inolvidable. Me gustaría ser uno de ustedes, que no la conocen, y me gustaría conocerla ahora, cuando ya me voy, cuando me voy a despedir definitivamente de ella". Por eso, con un toque de humor y en un guiño a los miembros del Rotary, finalizó asegurando que "me encantaría llamarme Antonio Gala el rotatorio ".