Dicen que todos los caminos conducen a Roma. En el caso de Almodóvar, y casi sin pretenderlo, los senderos te llevan a la encrucijada de calles donde se ubica desde hace más de 40 años la taberna homónima. Aparentemente, es una casa de comidas normal, sin demasiado oropel. Sin embargo, sus fogones ofrecen un universo gastronómico maravilloso. Sus platos enamoran, al igual que el trato cercano que todo cliente recibe de Angel Sánchez Doblaré y de toda su familia. Es ejemplo de negocio familiar. Implicación y entusiasmo a raudales, que se entremezclan de una manera armónica y equilibrada con el sabor de sus recetas, muchas de ellas autóctonas.

--¿Tu padre fue quien echó a andar Taberna de Almodóvar?

--No, realmente. La historia empezó con mi abuelo, que tenía una tienda de ultramarinos en la parte alta del pueblo, cerca del castillo. Sin embargo, el movimiento estaba en la parte baja y él vio negocio aquí y compró esta casa. Montó un almacén donde se podía comprar desde bacalao hasta un sombrero, una hoz o unas alpargatas. Cuando mis abuelos se murieron, mis padres se hicieron cargo de esto e incorporaron bebida para la gente que venía de los cortijos y demandaba bebida. Poco a poco, le fue agradando más la idea de servir copas de vino y anís. Después lo convirtió en bar.

--Un negocio de cuarta generación.

--Trabajan mi mujer y mis hijos.

--Si entendemos que el corazón de un restaurante es la cocina, se podría decir que tu madre y tu mujer han ocupado ese corazón.

--Mi madre era una gran cocinera, pero lo hacía de otra manera. Recuerdo el "Rafaela, háganos usted un arroz, guísenos el chivo". Se juntaban bajo ese formato. Nos quedamos con el negocio y tuvimos la suerte de tener a mi madre y a Ricardo arriba, un gran cocinero y el padre de la receta de la croqueta de Almodóvar. Entre él y mi madre aportaron muchas cosas a mi mujer, una gran alumna.

--La taberna es un proyecto familiar al cien por cien.

--Sí. Tenemos colaboradores, gente que nos ayuda, pero sí.

--La evolución de la taberna ha sido hacia la restauración. ¿Cómo es esta cocina actualmente?

--Cuando nosotros empezamos lo hicimos con una clientela juvenil, que demandaba lo propio de un bar o cafetería, es decir, sándwich, bocadillos, algo de raciones y la copa. Entonces no había discotecas ni nada. Cuando empiezan a abrir discotecas nos centramos más en la cocina y hasta hoy. Estamos dando una cocina tradicional y en un 60% cocina de la zona.

--Tal es vuestra vocación y compromiso con los productos de la zona, que habéis concluido recientemente unas jornadas gastronómicas.

--Además, tenemos una anécdota muy buena. Participamos con salmorejo, ensalada de bacalao y un revuelto, y el jurado nos dijo que era el único sitio donde se lo había comido todo y no se había limitado a probar los platos.

--¿Por qué la gente tiene que venir a Almodóvar y comer en la taberna?

--Si vienes a Almodóvar y no comes en la taberna es como si no hubieses venido a Almodóvar. Mucha gente me dice que ha visto el castillo, ha comido en mi casa y ha visto el pantano, ¿qué más hay que hacer? Les contesto que solo les queda descansar.

--Antonia y tú habéis luchado mucho para transformar la taberna y que Almodóvar sea centro de ocio, deporte y cultura. No es el mismo de entonces.

--No, pero faltan muchas cosas. Hay actividades que mueven turismo, pero lo que se reivindica es que hay un proyecto para unir turísticamente Medina Azahara con el castillo. La Junta y el Ayuntamiento se pasan la pelota y al final no se hace nada. Almodóvar, gastronómicamente, no se conocía a nivel nacional y hoy día está en todas las guías gracias a la taberna.

--¿Se ha solucionado el problema del mejillón cobra?

--Hablan de que a las embarcaciones podría provocarles alguna rotura, pero no es un problema de salud en absoluto. Parece que van a solucionarlo en cualquier caso.

--¿Cómo está funcionando el castillo?

--Muy bien. Desde el año 2000 se puso en explotación turística, que era una reivindicación del pueblo. Estamos muy contentos por ello. Tengo mucha gente que viene a comer a la taberna y les digo que deben ir al castillo.

--Mi padre siempre ha dicho que un restaurante que haga una buena croqueta es un buen restaurante y aquí viene la gente de muy lejos para probarlas.

--Hasta hace no mucho, cuando se contrataba a un cocinero se le encargaba una tortilla francesa. Hoy en día, según tengo leído, la prueba es la croqueta. El cocinero que hace una buena croqueta tiene mano para otras cosas.

--¿Qué te pasó en el dedo?

--En el servicio militar tuve un percance con el anillo y me tuvieron que amputar el dedo.

--Siempre has estado muy identificado con Almodóvar, pero, ¿nunca se te ha pasado por la cabeza irte a Córdoba?

--Cerrados no estamos a nada. La vida puede dar muchas vueltas y estamos capacitados. Me han ofrecido cosas, pero unas veces por unas cosas y otras veces por otras, pues no. Hemos estado muy cómodos.

--Con el orgullo de una cuarta generación que ocupará tu lugar, ¿Qué consejo das a tu hijo?

--Que cuando tenga alguna duda, que vea la película de su padre y de su madre, que seguro que le ayudará.

--Sé que, periódicamente, os reunís un grupo de amigos y que cuando llegáis a los restaurantes llega una generación de restauradores que ha dicho mucho en Córdoba y ha hecho mucho por Córdoba. ¿Crees que ha tenido mucho que ver esta generación para que Córdoba sea una buena plaza de restauración?

--Indiscutiblemente. En aquellos años, a finales de los 70 y principios de los 80, la economía cordobesa supo montarse por dos estiletes, sobre todo por uno de ellos, José García Marín. Como hostelero de Córdoba, le debo mucho y supimos montarnos en el carro que se estaba moviendo. Recuerdo el eslogan "Para comer, Córdoba". Ese grupo lo formamos Alberto Rosales, Rafael Carrillo, Edelmiro, Antonio Muñoz, Matías y yo. Vaya desde aquí un recuerdo muy especial a Antonio Pedrero.

--¿Te encuentras satisfecho por lo hecho en tu taberna?

--La balanza es positiva cien por cien. Llevamos casi 40 años y ha habido de todo. Se han acometido empresas con inversiones fuertes, cuando no sabíamos ni cómo íbamos a pagarlo y la incertidumbre sobre si saldrá o no.

Angel va delegando progresivamente en su hijo, del mismo nombre. Su fisonomía recuerda mucho a la de su padre hasta el punto de que muchas veces pueda parecer que, con varias décadas de diferencia, son la misma persona. Angel junior aporta la frescura de quien echa a andar un negocio y la tranquilidad de quien conoce al dedillo los derroteros por los que caminar.

--Angel, tu padre es un hombre con carácter.

--Como todos, qué te voy a contar. Es padre y yo lo soy, y me doy cuenta de lo que significa.

--Tu madre es la jefa de cocina, pero me gustaría saber lo que aportas a la taberna y qué queda por aportar.

--Estamos mi hermana y yo. Yo estoy más en la sala y ella está más al lado de mi madre. Aporto la juventud y las ganas de continuar en este negocio.

--Tu presente está aquí. ¿Y tu futuro?

--No tengo queja alguna. Tengo muchas inquietudes y hobbies, pero nunca he dejado de lado el negocio. He estado trabajando y estudiando a la vez.

--Aquí trabaja toda la familia y cuando viene temporada alta toca zafarrancho de combate y tu mujer, tu hermana, incluso con su marido, todos echáis una mano.

--Aquí hay que remar todos en el mismo sentido, si no, esto no funciona. Vamos muy bien.

--La familia la dejáis en la puerta y entra un equipo de profesionales.

--La diversificación en los puestos de trabajo la tenemos muy clara y sabemos lo que tenemos que hacer.

--Si tu padre no hubiera tenido la taberna, ¿te habrías dedicado a otra cosa?

--No lo sé.

--Sé que tocas en un grupo. ¿A lo mejor habrías sido músico?

--La música es mi segundo gran hobby.

--¿Cómo analizas la gastronomía cordobesa? ¿Lo ves una plaza difícil a más de 20 kilómetros?

--Los clientes aquí tienen que venir, hay que traerlos. El castillo ayuda, pero tienes que trabajar por hacer atractivo el negocio.

--¿Cuántas horas se echan aquí?

--Las que hagan falta, pero, dentro de la restauración, es un negocio cómodo. Se vive bien.

--¿Te sientes presionado al ser la tercera generación, sobre todo porque hay estudios que apuntan que los negocios desaparecen en la tercera generación?

--Por eso no me siento presionado. Sí por llegar a lo que llegaron mi padre y mi madre. Mantenerlo y llevarlo más allá es un reto.

--¿Qué le pides a tu padre en el día a día?

--No le puedo pedir nada más.

--Pero tu padre es muy protagonista de la taberna.

--Siempre me está dando consejos y yo los acepto.

--Cuando os reunís en casa se sigue hablando de la taberna.

--Es un negocio familiar y somos nosotros los que lo llevamos. Somos los dolientes y te acuestas y te levantas pensando en ello.

--¿Cómo digieres el papel de hijo del hombre que fue y es el alma del negocio?

--Me desenvuelvo bien cuando él no está. Lo que más me gusta es cuando llega mi padre y me dice que ha visto a un cliente que le dijo que no le echó de menos para nada.

Hay sitios en los que nada más entrar huele a amor. Son todos detalles de una familia entregada a un proyecto de vida, su taberna. Cuando te marchas suspiras y comprendes que el éxito en la vida no es el destino, sino el camino. Te emprendes para llegar. Enhorabuena, familia Doblaré.