A veces las frías cifras dicen poco y resultan más significativas las cálidas palabras de las autoridades que ayer abrieron la 6 edición del Baratillo Navideño de Adevida. Sin embargo, cuando se trata de 260 grupos familiares asistidos este año (la mayoría mujeres embarazadas o con niños de entre uno y dos años) y la terrible lista de espera de 100 mujeres más, los número dicen más que los discursos.

En todo caso, sea por las cifras de las ayudas de Adevida o por las cercanas palabras que pronunciaron el alcalde, José Antonio Nieto, o el coronel jefe accidental de la Brimz X Guzmán El Bueno, José Luis del Corral Gonzalo, ese era el espíritu del acto de apertura que se celebró en el Oratorio de San Felipe Neri, un monumental entorno cedido para la ocasión por el Ejército dentro de su política de colaboración con los colectivos sociales que lo solicitan. Por supuesto, también fueron significativas las palabras de agradecimiento de la presidenta de Adevida, Maribel Guerrero, a las autoridades, instituciones y a los 400 voluntarios de la asociación, aunque recordó cómo la crisis está golpeando las cuentas de la asociación.

Y pese a todo, "Adevida no se rinde", dijo Guerrero recordando que cuando "se cierra una puerta, otras se abren", entre ellas la Diputación, que ha duplicado su ayuda para el reparto de leche maternizada, o el Ayuntamiento, que mantiene su colaboración anual.

Al acto también se invitó a mujeres beneficiadas por parte de Adevida. En ese grupo, una mujer mayor sostenía en brazos a la recién nacida Ariadna. Un primor. Su madre, una jovencísima Ana Belén, estaba al lado y resumía su situación con una sonrisa forzada y diciendo que "bueno... se va tirando cada día". La frase no podía ser más tópica y a la vez más realista ni definir mejor sus circunstancias.

Y es que el objetivo último, el que importa, va más allá, mucho más, de los cojines con forma de gato (por cierto, con botones cosidos a manera de ojitos, no aptos para niños pequeños), los patucos a 2 euros, el libro El recetario del Baratillo , el lleno absoluto que registraba por la tarde el Oratorio de San Felipe Neri (se notaba que el cambio de ubicación le está beneficiando), la sonrisa de ayer de la voluntaria Pilar Ocaña en el primer puesto de entrada, o las labores de hogar trabajadas por cinco o seis grupos de veinte voluntarios cada uno a lo largo del año. Cosas importantes del baratillo, cierto, pero nunca tanto como el fin último por el que se abre cada año.