Hoy en las urnas hemos tomado pacífica posesión de nuestro país. Sin temor y sin complejos, con aire de fiesta, hemos recobrado nuestra soberanía, la soberanía de decidir nuestro porvenir, nuestra opción particular, nuestro compromiso con el pueblo, para la vida del pueblo, en un Gobierno del pueblo». Así se leía en el editorial de Diario CÓRDOBA, titulado Ha ganado España, al día siguiente de celebrarse las históricas elecciones generales del 15 de junio de 1977, de las que hoy se cumplen 40 años, las primeras libres tras cuatro décadas de franquismo, las que darían paso a la legislatura de la que nacería la Constitución de 1978. Aquel día Comenzó la democracia, como tituló este periódico con alarde tipográfico y a cinco columnas en la portada.

Más de 18 millones de españoles -una participación de casi el 80%- acudieron a la cita con las urnas en una jornada que transcurrió sin apenas incidencias, aunque se registraron una quincena de pequeñas explosiones, dos de ellas en Córdoba, en la Audiencia Provincial y en el edificio de Servicios Múltiples, unos incidentes «terroristas» que no lograron hacer mella en el ánimo, hasta el punto de que «el pueblo se sobrepuso al miedo y se volcó sobre los colegios electorales para ejercer el derecho al voto en libertad», según se publicó entonces. De hecho, con una participación cercana al 82%, casi 365.000 cordobeses depositaron su voto para elegir a sus representantes.

«De aquel día tengo unos recuerdos de incertidumbre, por un lado, y de ilusión, por otra, porque era la primera vez que entrábamos en ese proceso con una variada lista de partidos. Y luego, también, un cierto miedo de que pudiera pasar algún incidente. Pero sobre todo, ilusión porque íbamos a entrar en un proceso nuevo, totalmente abierto», rememora José Javier Rodríguez Alcaide, uno de los elegidos en aquellas elecciones para ocupar un escaño en el Congreso por la UCD de Adolfo Suárez.

LENTO GOTEO DE DATOS // Aquel 15 de junio era miércoles. Se eligió un día laborable para asegurar una alta participación. Incluso se dio permiso retribuido de cuatro horas. El recuento duró dos días. Sin duda, la falta de experiencia abocó a un lento goteo de datos y alargó el desenlace. Carmelo Casaño, otro de los elegidos en Córdoba como diputado por UCD, siguió las primeras noticias en la redacción de El Correo de Andalucía, en Sevilla, hasta donde se había desplazado porque al día siguiente «tenía que actuar en la Audiencia Territorial», en su condición de abogado. «Allí nos fuimos enterando de los resultados. En términos generales, parecía cantado que UCD iba a ganar, sin embargo, que iba a sobrepasar de la forma que lo hizo al PSOE y al Partido Comunista..., eso fue una cierta sorpresa».

La UCD ganó los comicios con más de seis millones de votos y 165 escaños, a 11 de la mayoría absoluta. El PSOE de Felipe González, al que la campaña había lanzado como un líder con amplio futuro, obtuvo 118 con más de cinco millones de votos. De su lado, el Partido Comunista de Santiago Carrillo, que había sido legalizado en el mes de abril, sacó 20 escaños. Le seguirían la AP de Manuel Fraga y el Partido Socialista Popular, liderado por Enrique Tierno Galván. Sin duda, la división de la izquierda había jugado a favor de Suárez. Tierno Galván consiguió más de 800.000 votos y UCD apenas un millón más que el PSOE. En cualquier caso, el resultado electoral dio fuerza a la joven democracia española y facilitó el proceso constituyente. «El recuerdo de aquel 15 de junio -señala Casaño- no puede ser nada más que positivo porque, al fin y al cabo, lo que íbamos a vivir, con todas las dificultades, era eso que Julián Marías llamó la devolución de España a los españoles».

En la provincia de Córdoba ganó el PSOE, con 122.361 votos, seguida de cerca por la UCD, con 117.482. El Partido Comunista obtuvo 59.668. Con estos resultados fueron elegidos para el Congreso de los Diputados los socialistas Guillermo Galeote, Rafael Vallejo y Emilio Fernández; José Javier Rodríguez Alcaide, Carmelo Casaño y Antonio José Delgado de Jesús por la UCD, y el comunista Ignacio Gallego. Para el Senado, tres socialistas: Matías Camacho, Joaquín Martínez Bjorkman y Manuel Gracia, y por la UCD, Cecilio Valverde.

«Salvo algunos ancianos que habían votado en la República, no habíamos votado nunca. Fue un momento de expectación, de que había que salvar muchas dificultades: ETA matando, una inflación muy alta… Pero también se veía que ese cambio estaba muy enraizado en la población», señala Casaño. Para Emilio Fernández supuso un giro radical a su vida: «El recuerdo más grande que tengo de ese día es que yo era tornero en la Westhinghouse y dejé el torno para ir a hacer la Constitución, fíjate. Esa es la mayor impresión que puede tener un obrero», confiesa 40 años después.

Pero no eran tiempos fáciles. Al igual que Casaño, Rodríguez Alcaide incide en que, además del terrorismo, la inflación y el paro estaban disparados, y precisamente por eso «le doy más valor a lo de la Constitución», a que «fuimos capaces de superar todo eso, un entorno que no era nada favorable, y sin embargo todo el mundo fue capaz de ponerse de acuerdo».

Precisamente, el espíritu con el que se trabajó a partir de aquellas elecciones del 15 de junio de 1977 fue fundamental para alcanzar el logro de la Constitución. «Lo que no se podía volver es a lo que ocurrió en los años 31 al 36, que de manera acumulativa y exponencial se iban alimentado odios de un sitio a otro. No estábamos dispuestos los más jóvenes a que eso sucediera otra vez», explica Rodríguez Alcaide. «La Constitución se logra -asegura- porque se habla, se dialoga abiertamente, con transparencia y cada uno va renunciado a parte de lo que le interesa para conseguir algo que le interese a toda España. Hubo apertura de mentes y transparencia por todas las partes».

«El espíritu fue un espíritu constructivo. La prueba es que esta legislatura, aunque no se dijo que iba a ser constituyente, estaba en el espíritu de todos que lo sería. Creo que la Constitución fue el ejemplo más claro del espíritu constructivo y de las ansias que había de tirar para adelante sin volver a las dos Españas, a nuestra eterna historia que en el siglo XIX fue verdaderamente triste», reflexiona Casaño.

Y es que, en definitiva, se trabajó «con mucho más espíritu que en los momentos actuales, porque era de corazón», afirma Emilio Fernández. «No era para buscar un sitio, porque nadie quería ser. Yo lo hacía por convicción más que por profesión, por eso estoy muy contento de mi paso por la Constitución y los primeros años de la democracia. Algunos me dicen: ‘Eres tonto porque sigues siendo pobre’, y yo digo: ‘Si no quería ser rico’. Quería ser pobre pero que todos los pobres viviéramos mejor».

Rodríguez Alcaide resalta la importancia de figuras como Suárez, el Rey Juan Carlos, Landelino Lavilla, Felipe González o Santiago Carrillo, «aunque a Suárez -destaca- hay que reconocerle que es el que condujo todo aquello y algo que no se valora todavía, que es la ley para la reforma política que se votó en diciembre de 1976. De ahí es de donde realmente arranca la posibilidad de pasar a la democracia». Para Fernández, «Suárez tenía una personalidad más frágil que Felipe, que la tenía mucho más fuerte», pero aun así «a mí Suárez me encantó porque además negocié con él y con Abril Martorell el tema de las jornadas agrarias y lo vi muy flexible. El hombre se portó muy bien con este país”, asegura. Eso sí, añade que “Felipe es un político al que España tiene que agradecerle mucho. Un tío bragado y con conocimiento de las necesidades de este país».

Eran tiempos en los que «hacía falta algo con lo que empezara a verse la luz, independientemente de las libertades que se habían conseguido, y creo que eso se concretó en los Pactos de la Moncloa (se firmaron en octubre de 1977), que no tuvieron la importancia de la Constitución pero sí representan el mismo espíritu», señala Casaño.

LA «PAZ EN PAZ» // Pero, ¿se le da valor 40 años después a todo aquel proceso, a ese espíritu para salvar escollos en beneficio común, a ese ansia de democracia? Pues «se le da valor por parte de los que lo vivimos, de los que están rondando los 45-50 años, pero no tanto por la gente de los 18 a los 30. ¿Por qué? Porque probablemente eso no se haya enseñado de manera completa y viva. En vez de hablar del esfuerzo que se hizo por parte de todos nos hemos retrotraído a los temas de memoria histórica», lamenta Rodríguez Alcaide. «Cuando algunos de estos jóvenes con veintitantos años descamisados dicen que fue un paseo, que hicimos una pamplina, la verdad -advierte- es que tienen que preguntarle, sobre todo, a aquellos que sufrieron el exilio y volvieron y fueron generosos y entendieron que no podía seguir la situación con enfrentamiento».

«Este país hoy ha logrado la paz en paz (…). Hoy hemos ganado todos, cualquiera que sea el resultado de las urnas hemos ganado de un envite la consideración de hombres libres y autónomos, capaces de influir en nuestro destino colectivo y la dimensión ciudadana del respeto propio y el respeto ajeno, valores sin los que no puede existir una comunidad. Hemos ganado el respeto de los políticos y de las instituciones que habrán de someterse al juicio de un pueblo políticamente maduro y exigente». Así se leía en el editorial de Diario CÓRDOBA al día siguiente de aquellas históricas elecciones del 15 de junio de 1977 que daban paso a la legislatura constituyente, al despertar de la democracia. Hoy hace 40 años.