De pronto, el encuentro que parecía simpático en un principio se sale de madre. Los gestos y las palabras se endurecen. Al poco, la mujer se halla rodeada de fiesta pero sintiéndose acosada. Seguro que es una situación que le sonará a muchas personas y a muchas víctimas de esos micromachismos, por no hablar de machismos puros y duros y de la peor especie. A nadie se le escapa la repercusión mediática que han tenido casos recientes de acoso durante notables fiestas españolas que pasaron al ámbito del delito.

El caso es que el Colectivo Cafés Feministas, junto al Colectivo Siemprevivas y a un grupo de estudiantes del Mateo Inurria pusieron sobre la mesa una idea que les rondaba hace tiempo, se coordinaron y elaboraron un estricto protocolo de actuación para que en todo momento los componentes de este peculiar servicio ciudadano tengan claro cómo actuar sin generar más tensión sino, muy al contrario, ayudando a rebajarla, explica la coordinadora entre los grupos y portavoz para esta iniciativa, Luz Marina.

Así, con un pañuelo morado en el brazo, mujeres como Celia, que ayer estaba en la caseta de la Diputación a primera hora de la tarde, pasean por El Arenal dispuestas a acoger con cariño y a dar compañía a las mujeres que se vean sufriendo una situación de acoso.

Y no están de fiesta. De hecho se lo han autoprohibido para estar siempre con la cabeza lúcida y seguir estrictamente el protocolo, teniendo claro también cuándo solicitar la presencia de agentes de la autoridad.

Pero más allá de encontrarse este apoyo en El Arenal por casualidad, y con el respaldo de los organizadores de las casetas, el Servicio de Pañuelos Morados se ha organizado para mantener también puntos fijos a los que acudir en caso de necesitad: concretamente en las casetas del PCA, CNT, Juan XXIII y ASPA. Y hasta un hashtag #pañueloMorado. Y recuerden: solo prometen compañía y comprensión. Que no es poco cuando la fiesta, lamentablemente, deja de serlo.