Los que peinan canas y les gusta la Feria, cuando termina la fiesta se quedan con la misma sensación de cuando eran pequeños y Porky cerraba los dibujos animados de la Warner Bros: «Eso es to... eso es to... eso es todo amigos». Es decir: contentos por lo que se ha disfrutado, cierta tristeza y deseando que a renglón seguido pusieran de nuevo dibujos animados.

Pues eso es exactamente lo que ha pasado con esta Feria, marcada por amenaza de tormentas todos y cada uno de los días, sustos tan desagradables (por llamarlo de una forma suave) como el incendio de la caseta Fosforito o los cierres de las casetas Abril y El Rebujito en la recta final de la fiesta, recintos que ayer reabrieron tras la penalización de 24 horas impuesta.

Una jornada atípica de fin de fiesta en la que El Arenal, eso sí, despertó tarde, si se exceptúa la Calle del Infierno, que a las 13.00 horas ya tenía cierta animación.

De hecho, la crónica de la jornada de ayer de la Feria se podría comenzar en el mismo aparcamiento del bloque de viviendas de un servidor. Apenas había coches de vecinos, posiblemente porque volverán esta noche con cierto salitre y arenilla de la playa de Fuengirola en lo alto.

En todo caso, y ya volviendo a El Arenal, las casetas tardaron ayer tiempo en ir cobrando vida, salvo algunas como Fosforito (qué buena es la gente de Córdoba mostrando su solidaridad) o la de la Peña Lucas de Écija, un exitazo este año. Pero fueron excepciones y el resto no se animó hasta entrada la tarde, muy en consonancia con aquellos tiempos en donde el segundo sábado de la Feria esperaba la llegada de los visitantes de los pueblos de la provincia. Sin embargo, se trata de un público que la Feria de Córdoba ha dejado marchar. Primero, al carecer de aparcamientos durante años y, segundo, al no ofrecerse alternativas como transportes organizados, que ya no son tiempos (aunque antes tampoco lo eran) de coger el volante de vuelta al pueblo tras pasar por la Feria y con alguna copita encima.

¿TANTOS PROMETIDOS HAY? / Lo curioso es que esa ausencia de visitantes de la provincia, que por otra parte tampoco es absoluta, se ha visto este año claramente compensada por el turismo nacional. Un turismo que cultural, lo que se dice cultural, precisamente no es el que se está consolidando este segundo sábado de fiesta. Más bien es «antropológico», si entendemos con ese término el de «ir a pie de antro en antro». Porque... ¿de dónde salieron ayer tantas decenas de grupos de despedida de solteros? ¿Tanta gente está a punto de casarse en España por estas fechas para escoger a Córdoba como lugar de celebración? Asombroso.

Y todo eso mezclándose con estampas tradicionales de toda la vida en la Feria (la presencia del caballo ha sido proverbial este año, incluso en tan atípica jornada como la de ayer) y con unas extrañas horas de transición hasta las 20.45 horas, cuando comenzaba la final de la Champions, con varias casetas ofreciendo el acontecimiento en pantalla gigante, empezando por la Caseta Municipal. Después, la fiesta blanca continuó en El Arenal.

Ya llegará el tiempo de hacer balance formal con números de asistentes, viajeros de Aucorsa, cifra de negocio, volumen de residuos y de actividad o de actuaciones policiales y sanitarias realizadas o de debates sobre cómo debe mejorar la fiesta. Pero esta mañana es momento de reposo y de una dulce resaca, aunque El Arenal sea aún un hervidero de actividad de caseteros, en este caso para recoger las instalaciones y el material porque cada día sin desmontar es un gasto añadido.

Y es que a las 6.00 de hoy, la Feria 2018 terminó oficialmente, dejando, como hacían aquellos dibujos animados de antaño con los niños, a todos pendientes, prometiendo volver «con más ilusiones». Que aún me acuerdo de la cancioncilla.