Un buen comienzo para la Feria de Mayo cordobesa. Junto a los elementos de modernidad que exige una celebración de este tipo, dos toques de tradición. Uno, para recordar el origen; otro, para mantener un elemento de singularidad que otorga a la Feria de Córdoba una personalidad capaz de competir con otras ciudades andaluzas, pero con diferencia.

El día comenzó con una misa ya tradicional, la celebrada en la explanada de la ermita de Nuestra Señora de la Salud de Córdoba, advocación que dio nombre a la actual feria y que gozó de gran predicamento allá por los siglos XVII, XVIII y XIX como festividad en honor a la Virgen, tras el encuentro por parte de dos labradores de una imagen de la misma, en 1665, en el lugar que ocupa la ermita.

La ceremonia religiosa estuvo protagonizada por el canónigo del Cabildo Catedral Fernando Cruz Conde, misa flamenca que contó con la participación de Pedro Estévez al cante, acompañado a la guitarra por el director del Aula Flamenca del Real Círculo de la Amistad, Manuel Muñoz.

Al acto religioso asistieron miembros de la Asociación de Caballeros y Damas de Nuestra Señora la Virgen de la Salud, organizadora del acto; el subdelegado del Gobierno; concejales; el presidente del Club Hípico, Juan Antonio Merlos; el de Córdoba Ecuestre, Rafael Blanco; de diferentes asociaciones de Córdoba y devotos, entre ellos una persona que lleva más de medio siglo asistiendo todos los años a la ermita de la Virgen durante los días de Feria, Joaquín López Cuadra.

Durante la misa, Estévez interpretó el himno a la Virgen, cantado por tientos, acercando el mismo a los devotos, que normalmente es interpretado por los hermanos de la congregación de Esclavos de la Eucaristía. Prueba de la vitalidad que la Asociación de Caballeros y Damas de Nuestra Señora de la Salud está viviendo y la devoción hacia esta advocación -que cuenta en la provincia con la patrona de Castro del Río, con el mismo nombre, al igual que la patrona de Posadas y la Virgen de la Salud de Priego- es la imposición de medallas a los nuevos miembros de la misma.

Tras la misa se formó una comitiva que trasladó el estandarte de la Virgen de la Salud hacia el Real. A esta comitiva se unieron precisamente los protagonistas de otro evento que se desarrolló simultáneamente al oficio religioso y a escasos metros, en los jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos, lugar de exhibiciones extraordinarias de enganches hace décadas. Fueron los participantes de la quinta Exhibición de Carruajes de Tradición. 28 coches de caballos llegados de diferentes puntos de España para participar en este evento que se ha convertido, así mismo, en el mejor de los preámbulos feriales de Córdoba.

Una exhibición, organizada por el Club de Carruajes de Tradición de Córdoba, que cuenta, cada año más, con una participación de más calidad y diversidad. Una organización interna que en cada edición perfecciona más el acto, aunque no cuente con la suficiente ayuda municipal, necesaria, entre otras cuestiones, para convertir, durante una hora solo, parte de la acera colindane al río del paseo de la Ribera como un museo vivo del carruaje, una parada de coches de caballos que posiblemente no tendría que envidiar a ninguna de las que tienen lugar en Andalucía y que sería un elemento con suficiente capacidad por sí mismo de atraer a visitantes y turistas para presenciarlo, tras la finalización de la exhibición, los coches, alineados en la acera de los jardines del Alcázar, fueron objeto de fotografías por parte de turistas en numerosas ocasiones, especialmente en el caso de los sorprendidos y encantados visitantes extranjeros.

A pesar de coincidir con el concurso exhibición de enganches de la Feria de Jerez, la exhibición cordobesa ha completado el cupo previsto, indicativo de la fortaleza de su implantación a nivel nacional, presentando carruajes de tradición, como un Tilbury fabricado en 1810, propiedad de Jesús Serrano, o varios vehículos hipomóviles de finales del siglo XIX o principios del XX, además de unas reproducciones modernas muy acertadas. Un singular Curricle a Pompe enganchado al violín en el primer tronco, enganchado en cuarta y guiado por Antonio Carrillo, o una Brizca, de Ángel Ferrus, con guarnición húngara fueron dos de los coches que más llamaron la atención por el escaso número que existe de ellos.

Variedad en los carruajes, predominancia de las guarniciones inglesas, con una escasa media docena de caleseras y dos húngaras; diversidad de maneras de enganchar, destacando una potencia propiedad de Jacobo Valverde y una media potencia mular de Federico Calzado; la imponente presencia de ocho cuartas y la participación de casi setenta caballos en la pista.

Una variedad y calidad que se hizo presente en los jardines del Alcázar para contribuir a que Córdoba sea la ciudad del Carruaje, variedad y calidad que se encargaron de documentar el presidente de la exhibición, Amalio Martín, y José Fuentes Montaño.

Los participantes engrosaron la comitiva que transportaba el estandarte de la Virgen de la Salud al Real, para, tras hacer una parada en la Portada de la Feria, ser recibidos en la caseta de La Muserola, donde recibieron todos los cocheros un trofeo.

El primer sábado de la Feria en Honor a la Vigen de la Salud de Córdoba es un día de fe y carruajes. Un día de tradición.