Cuenta la mitología griega que Sísifo, rey de Corinto, era un héroe audaz que con su habilidad retó a los dioses del Olimpo, aún a sabiendas de que la lucha era desigual. Los dioses, no pudiendo soportar que un mortal les ganara en audacia e inteligencia, lo condenaron de la forma más cruel que se puede hacer: le obligaron a empujar hasta la cima de una montaña una roca que, al llegar al punto más elevado, volvía a rodar hasta los pies de la misma montaña. Un trabajo inútil. Y así es cómo podemos llegar a sentirnos ante la prepotencia y falta de escrúpulos de algunos políticos que juegan con el prestigio profesional y personal de la gente. Empiezan con advertencias y, como ahora no pueden quemarte en una hoguera, se dedican a soltar a los cuatro vientos --vía internet-- toda la falsedad de la que sean capaces. Luego, pasan a intentar cerrarte puertas, a dejarte sin esperanzas, a hacerte sentir un Sísifo condenado a no poder hacer nada para cambiar la situación. Estos políticos sin más recursos que el insulto fácil y la falta total de argumentos se autoproclaman ,además, demócratas de golpe de pecho, fieles amantes de su pueblo y tolerantes a rabiar. Pero, llegue usted a su Olimpo y atrévase a llevarles la contraria o, simplemente, tenga amistad con alguien que consideren su enemigo. Entonces, ya no habrá tolerancia ni democracia. Si a alguien que lea esta columna ha pasado o está pasando por esta situación, piense que aunque tenga que volver al pie de la montaña, la constancia y la tenacidad son la mejor arma contra estos indeseables, que la guerra perdida es la que se abandonó y que, como decía Camus del mito de Sísifo: "El esfuerzo mismo para llegar hasta las cimas basta para llenar un corazón". Así que, sigan adelante, no se dejen avasallar. El tiempo pondrá a estos personajes oscuros en su lugar, que es el ostracismo, aunque mucho me temo que alguno no conozca ni el significado de esta palabra.

* Escritora