Los dirigentes de Izquierda Unida (IU) continúan sentados en un polvorín. Lo malo es que ellos mismos son la mecha, así que hay peligro de explosión. Y es que en esta organización hay una tradición que se acrecienta con los años: en cuanto los militantes empiezan a destacar y se convierten en dirigentes, automáticamente se pelean entre ellos y crean nuevas facciones o se integran en alguna ya existente. Y, luego, van rotando de una a otra, con alianzas a veces inexplicables.

Y es que IU es incapaz de cerrar la crisis que tiene abierta desde hace años, situación que podría desembocar, si no le dan una solución casi de emergencia, en el principio del fin de esta federación política. La asamblea extraordinaria que ayer se clausuró en Madrid puso de nuevo a las claras la división existente en la coalición, en la que el coordinador general, Gaspar Llamazares, estará al frente del equipo de manera provisional, pues su máximo opositor, Enrique Santiago, líder de la candidatura alternativa auspiciada por el PCE, ha anunciado que el próximo mes de enero o febrero le disputará la dirección, una vez que las federaciones regionales envíen a sus representantes al consejo político federal, órgano éste que elige definitivamente al coordinador, lo que va a obligar a estos dirigentes a permanecer más atentos a lo interno que a lo que les pide la sociedad.

Queda, por tanto, la impresión de que esta octava asamblea no ha finalizado todavía, pues ahora comienza la batalla para hacerse con los representantes de las federaciones regionales para sumarlos a una u otra candidatura, a la de Llamazares o a la de Santiago. Y queda también un mal sabor de boca por el desagradable final de la última jornada, en la que un grupo muy minoritario gritó "tongo, tongo" cuando se supo el resultado final de la elección hecha por el consejo político, en donde tuvieron voto los coordinadores regionales, según se aprobó durante el desarrollo del cónclave. Frente a ese griterío, la mayoría pedía "unidad, unidad". Hubo alguna escaramuza no exagerada que hizo que intervinieran los vigilantes de seguridad, espectáculo éste que empobrece la imagen de este colectivo.

La situación, pues, es problemática. Difícil porque el coordinador provisional sólo logró en la asamblea el 49,52% de los votos de los delegados acreditados, cuando en el anterior congreso --diciembre del 2003-- reunió más del 72% de los sufragios, claro que en aquella ocasión estaba respaldado por el PCE, a cuyo secretario general, Francisco Frutos, le disputó la dirección de IU en el 2000, en la que consiguió (Llamazares) el 42,58% de los votos.

Así está el cotarro en IU. El consejo político tiene ante sí una situación complicada que debe resolver con esmero. A este comité, órgano máximo entre asambleas, entran tres cordobeses, Rosa Aguilar --que apagó varios fuegos en la asamblea--, Enrique Centella y Andrés Ocaña, aunque procedentes de dos candidaturas distintas. Vaya, la unidad de la izquierda.