En cuestión de minutos se desató un infierno. Así describieron los vecinos de Mazagón (Huelva) la situación vivida la noche del pasado sábado, cuando contemplaron, atónitos, cómo la columna de humo que se apreciaba a las afueras del pueblo se tornaba en voraces llamas que llegaban hasta las mismísimas puertas de sus casas.

En la mente de muchos de ellos se repitieron las dramáticas escenas del incendio ocurrido hace una semana en Pedrógão Grande (Portugal), donde decenas de personas quedaron atrapadas con sus coches cuando huían, con resultado trágico, y prefirieron refugiarse durante la noche a la orilla del mar. «¡Vámonos corriendo para la playa¡», fue el grito de guerra.

Durante toda la noche se vivieron escenas de ansiedad y de pánico. Nada más decretarse el nivel 1 de emergencias por incendio forestal, los miembros de protección civil se pusieron a recorrer los núcleos diseminados a voz en grito instando a los vecinos a «desalojar inmediatamente la zona».

El cámping Playa de Doñana, con 1.500 veraneantes, fue uno de primeros en evacuarse por la presencia de intenso humo y cenizas que hacía el aire prácticamente irrespirable. Algunos testigos relatan el nerviosismo de esos primeros momentos, con gente precipitándose a toda velocidad con sus coches y saltándose la valla de entrada o colisionando por alcance ante la premura por salir cuanto antes de allí.

Camas para los niños

Ya de día, los desalojos se repitieron también en poblados chabolistas, donde todavía quedaban extranjeros aprovechando los últimos coletazos de la temporada de la fresa. También hubo quien, como los ocupantes del Centro de Atención a Drogodependientes, optaron de forma voluntaria por desalojar las instalaciones.

En total, tuvieron que ser desalojadas unas 2.300 personas, muchas de las cuales se dirigieron a casas cercanas de familiares. Unas 750 personas fueron realojadas en distintas instalaciones municipales y deportivas, donde la noche se hizo larga por el temor a lo que les pudiera ocurrir a sus casas, así que pocos durmieron. Los vecinos de las zonas más alejadas del incendio también se ofrecieron a echar una mano, y muchos prestaron sus camas a los más pequeños y ofrecieron agua o mantas para hacer más llevadera una noche bajo el manto de ceniza.

El miedo se prolongó durante toda la jornada y el fuego se reavivó en la tarde de ayer, cuando cientos de veraneantes de fin de semana tenían que regresar a sus domicilios para retomar hoy su jornada laboral.

La carretera de salida de una de las playas más concurridas, la de Matalascañas, se mantuvo cerrada al tráfico para dejar trabajar a los bomberos, por lo que muchos conductores se vieron atrapados.

Así que el miedo y la psicosis se hicieron de nuevo fuertes. Tanto que desde el Ayuntamiento de Almonte, la localidad de quien depende esta extensa playa, se tuvieron que lanzar mensajes de calma recordando que el corte de la vía era solo de carácter preventivo y que el riesgo era inexistente para el núcleo de viviendas.