Han tenido el privilegio de pasear por la sierra de Córdoba en estos días? No saben lo que se pierden, de verdad. La sierra es bonita durante todo el año, pero en los días ocres y lánguidos del otoño tiene algo especial. Sientes a la naturaleza que empieza a revivir después del tórrido verano. Aparecen los primeros brotes verdes de la hierba entre el pasto. El aire se embarga de olores a romero, tomillo, jara, y el sabor de candela y tierra húmeda impregna los labios. El corazón se ensancha entre los árboles. Quizás es hora de poner proa a la sierra, de achicar agua del buque. Estamos tan inmersos en las crispaciones políticas, la tele-basura, y demás virus, que no nos damos cuenta de que es nuestra alma la que está en juego, la que apostamos cada día en un mar de incertidumbre y de hipocresías, que buscan hacer mella en nuestra lucidez.

No sé por dónde pasearía Fray Luis de León huyendo del mundanal ruido, buscando la senda de los pocos sabios que en el mundo han sido; seguramente, si viviera ahora, se perdería por la sierra otoñal y tocaría el cielo con la mente al ver el atardecer en Villaviciosa. Y así, al pasear entre pinares y castaños, nos podemos sumergir en un mar de sentimientos, el Universo se volcará en nuestros sueños, y rosas apasionadas brotarán en nuestro ser. Necesitamos abrazar el tiempo entre nuestras manos, sentirnos dueños de nosotros mismos. Necesitamos silencios, y palabras sin letras en un susurro. Necesitamos unirnos a la tierra y meditar. No es cierto que el otoño traiga melancolía, ni que las hojas amarillentas presagien el principio del fin. Los sentidos se agudizan y podemos sentir a nuestro propio ser sobre el lecho quejumbroso de las hojas secas. Envolvámonos en su manto dorado y sintamos su fuerza, que nos atrape su maraña dorada y malva. Otoño en Villaviciosa: un lugar para sentir.

* Escritora