Concha Lagos rebosa cordobesismo en esa mezcla de ingenio, socarronería y amor a la soledad. Sus ojos, inmensos, apresan el color de la luz o del ambiente: puede que sean verdes, pero también grises; un mar de aguas cambiantes con los que ríe, gesticula y canta. Abierta la frente, amplia, para guardar una memoria sabia y su experiencia.

Ayer, en la Residencia Río Salud, en Las Rozas (Madrid) murió la decana de las letras cordobesas, a los 100 años. No padecía ninguna enfermedad, únicamente su estado se había deteriorado tanto física como mentalmente, hasta que, sin sufrimiento ni agonía, se apagó finalmente a las 14 horas de ayer.

Había nacido el 24 de enero de 1907 en Córdoba, en la calle Uceda, "cerca de la plaza del Angel".

La fecha de nacimiento que consta en sus libros es la de 1913; pero ella, en una carta fechada en 1993 me escribía lo siguiente: : "Claro, mi fecha de nacimiento no es la que aparece en Tercera Trilogía, supongo se debe a que en una de las Reuniones Literarias de Agora dije: me persigue el 13. Los poetas intercambiaron miradas y sonrisas de listos... Me refería a que me casé en 13 y a que estuve 6 años interna con ese número en los uniformes, en el cubierto, en todo. Soy más vieja: 24 de enero de 1907". María de la Concepción Gutiérrez de los Ríos y Muñoz Torrero cambió un día su nombre literario por el seudónimo Lagos, tomado de su marido, diplomático gallego.

Estudió en el colegio de las Francesas, y marchó con su familia a Madrid cuando a los 13 años. Allí estudió el bachillerato y perfecció su francés en la Escuela de Idiomas de Santo Domingo.

Me gusta recordarla como a una de las "preciosas", mantenedora de un salón literario del siglo XVIII, como a madame Recamier o madame de Stael, pues en eso convirtieron su estudio fotográfico ella y su marido. Los unió la fotografía y la cultura. El incorporó a la técnica fotográfica los focos eléctricos, recogidos de los "techos de cristal" que había visto en Francia, y retrataron a escritores y artistas. "El viernes te esperamos en Agora , rezaban las tarjetas, y no sólo era tertulia, también cenaban allí escritores en aquel tiempo de escasez económica. Aleixandre, Gerardo Diego, Ortega, Valle Inclán, Gómez de la Serna, Jorge Guillénroyo/ y luego al río./ Agua que aumenta y crece/ llega a la playa./ Arena con arena,/ la mar salada./ Qué buen destino:/ al agua por el agua,/ siempre en camino .