Las reliquias de la Pasión ya no suscitan las devociones de antaño, y ni siquiera la Iglesia garantiza su autenticidad, pero siguen fascinando a estudiosos, literatos y esotéricos. "La Iglesia --dice la Enciclopedia Católica-- nunca ha declarado auténtica ninguna reliquia, ni siquiera la que se venera como madera de la Cruz, pero aprueba los honores que se rinden a aquellas que, con razonable probabilidad, se cree que son genuinas".

Las reliquias son "una concesión a la devoción popular; son útiles, pero no necesarias", por ello la Iglesia católica, aunque no ha autentificado ninguna, no contradice a quienes creen, ni excluye que sean genuinas, explicó Johann Evangelist Hafner, profesor de estudios religiosos de la Universidad alemana de Potsdam.

Hoy día esa devoción popular está en franco retroceso, sobre todo en cuanto a la veneración de restos mortales de santos se refiere. "Para muchos las reliquias son algo morboso, que tiene que ver con la superstición y la idolatría", escribe el profesor del Centro de Estudios Tomísticos de Sydney Anthony English.

El auge de las reliquias se vivió en una época que, según la Enciclopedia Católica, se caracterizó por ser escasamente crítica y "extrañamente morboso", la Edad Media. En esa época es cuando aparecieron y proliferaron las reliquias de la Pasión: la madera y los clavos de la cruz, la corona de espinas, la lanza, la esponja, el sudario, la túnica, el velo de la Verónica, la columna de la flagelación y hasta la escalinata de Pilatos; y, por supuesto, el Santo Grial. La tradición atribuye a Santa Elena, madre del emperador Constantino, fundador de Constantinopla, el haber encontrado en Tierra Santa la mayoría de esas reliquias, que fueron enviadas a la capital recién creada por su hijo para mayor gloria de ésta.

La Cruz se troceó y repartió por el mundo cristiano y llegó a haber tantas capillas que decían tener una reliquia de este madero que Martin Lutero se mofaba diciendo que con esas astillas se podría hacer un barco.

Durante siglos se multiplicaron los descubrimientos y traslados de reliquias, en particular de la Pasión; un Papa logró una a cambio de mantener cautivo al hermano de un emperador que no quería competencia, y San Luis de Francia compró la corona de espinas que un emperador bizantino sin fondos había dejado como aval.

Hoy día hay reliquias de la cruz y de los clavos de Cristo en numerosos templos cristianos y una corona de Espinas en la Sainte Chapelle de París; existe un Santo Grial en Valencia --que fue enviado a España desde Roma por San Lorenzo-- pero también hay uno en Génova; además del famoso sudario de Turín hay otro en Oviedo y hay reliquias de la lanza, entre otros, en el Vaticano y en Viena. Entre estos objetos destaca la Sábana Santa (o Sudario) de Turín por haber sido objeto de estudios científicos con carbono 14 para poner a prueba su autenticidad que causaron mucho revuelo, pero no cerraron el debate sobre sus orígenes. Otros estudios han sido realizados para datar objetos como el cáliz de Valencia o la lanza sagrada que forma parte de la Regalía Imperial de los Habsburgo y que se expone en el Museo Kunsthistorisches de Viena. El grial de la catedral de Valencia es un objeto de ágata del siglo I antes de Cristo y de estilo oriental por lo que el Cabildo considera "completamente verosímil" que se trate del vaso que Cristo utilizó para la consagración del vino el Jueves Santo.

Pero más allá de verosimilitudes y pruebas científicas, el grial y la lanza siguen despertando mucho interés en el mundo moderno. El Código da Vinci ", cuyo argumento gira en torno a la tesis de que Cristo no murió en la cruz, sino que se casó y tuvo hijos con María Magdalena y que el grial es el símbolo de ese secreto, es una de las obras que se han inspirado en esos mitos desde que los puso de moda Trevor Ravenscroft en su novela La Lanza del Destino en 1972. Ravenscroft trataba la supuesta fascinación de Hitler con la lanza a la que las leyendas medievales, y también el Parsifal de Wagner, atribuían invencibles poderes.