Corría el año 365 a.C. y el mundo necesita un líder. Aristóteles toma bajo su tutoría al que llegaría a ser uno de los conquistadores más admirables y un gran líder: Alejandro Magno . Su padre, el rey Filipo , insistía en que quería que fuera fuerte, que supiera mandar. El filósofo agregaba: "Pero también es importante que ame la sabiduría, que sepa pensar y que aprenda que la modestia hace invencibles a los hombres que la practican. Una perfecta combinación de fuerza y mente". Alejandro aprendió sobre todo a considerar que nada podía llevarse a cabo sin aunar los esfuerzos de las personas que formaban la comunidad helénica. Era un jefe profundamente juicioso y sus acciones las planeaba muy cuidadosamente. Su justicia llegó a darle esa fama de magno, ya que era magnánimo hasta con sus peores enemigos. Hace unos días recordé a Alejandro Magno a raíz de una reunión que mantuvimos los medios de comunicación de Villaviciosa con el grupo socialista. Después de dos horas de intercambio de pareceres, la pregunta final es la que me llamó la atención: ¿cuál es la principal cualidad que le pediríais al nuevo alcalde? Y la respuesta fue unánime: cercanía, que escuche al pueblo. Así de sencillo. Corre el año 2007, y la ciudadanía busca alcaldes o alcaldesas en los que imperen primero las personas antes que su ego. Se necesitan líderes juiciosos, que sigan el ejemplo de Alejandro Magno, que aprendió que para conquistar lo que sea, hay primero que aprender a pensar. Queremos un alcalde que haga sentir que la gente es su primer principio. Que desarrolle un trato justo y tolerante. Lo contrario es creerse faraones y someter a una dictadura encubierta a sus propios vecinos. Los grandes líderes como Nelson Mandela, Ghandi o Eleanor Rooselvet no hicieron más que aprender a armonizar con ellos mismos. La pena es que muchos alcaldes prefieren armonizar con su propio ombligo.

* Escritora