El santuario de María Santísima de la Sierra, patrona de Cabra, atrajo de nuevo --al igual que viene haciéndose desde hace 35 años-- la atención de la comunidad gitana que junto a aquellos payos atraídos por el fervor y la curiosidad de este fenómeno, acuden hasta este lugar para rendirse a las plantas de la divina serrana, la Majarí Cali en lenguaje caló, aunque quizás este año la presencia de fieles ha sido menor que en ediciones anteriores, superándose ligeramente las mil personas.

Un fenómeno de escasa participación registrada que, como indicaba el hermano mayor de la Real Archicofradía de María Santísima de la Sierra, Alfonso Vergillos, afecta en estos tiempos por igual a todas las romerías al ir existiendo cada vez más otra serie de alternativas a este tipo de fiestas.

A pesar de todo, y bajo un sol de justicia que se asomaba entre un cielo de aspecto tormentoso a medida que avanzaba la jornada, que iba haciendo que las temperaturas fuesen ascendiendo para que sólo a la sombra en el patio del santuario se registrasen 26 grados, ayer domingo tenía lugar la 35 edición de la Romería Nacional de los Gitanos, organizada directamente por quien la fundara en 1969: José Córdoba Reyes y su familia.

Gitanos en su inmensa mayoría, algunos incluso llegados la noche de antes, procedentes de distintos puntos de la geografía andaluza, ya que hay familias que cada año no se quieren perder este encuentro.

PROCESION

Tras la eucaristía, que fue cantada por el coro romero egabrense Virgen de la Sierra y que presidió el responsable de la Pastoral Gitana de la Diócesis de Córdoba, Manuel Sánchez, donde en la homilía subrayó la solidaridad y la tolerancia que debe de existir entre ambas culturas y por lo que este evento es conocido como la Romería de la Unidad, la imagen de la Virgen de la Sierra fue procesionada por sus costaleros por la explanada del santuario alrededor de las 13.00 horas, entre gritos, bailes y cantes emocionados, bajo el sonido de los aplausos y las peladillas lanzadas al aire.

Toda una explosión de alegría y fervor donde, siguiendo el ritual de toda fiesta gitana, las camisas de los hombres fueron desgarradas por las manos de las mujeres gitanas. Como la de José Córdoba, quien apoyado entre su esposa y uno de sus nietos, se mostraba orgulloso de su creación y aseguraba la continuidad de la misma en su nieto.

Un ritmo indescriptible el marcado en los alrededores del santuario, que contó con la presencia del recién electo el día anterior alcalde de Cabra, el andalucista Ramón Narváez, que había sido invitado a la misma y para quien era su primer acto como tal, en una fiesta que señalaba hay que apoyar y que debe de ser promocionada turísticamente como elemento definidor también de la devoción que se tiene a la patrona de los egabrenses.