Creo que estoy un poco mayor para estos trotes. Pero el Cho Oyu es una montaña inmensa y sobrecogedora cuando estás a sus pies. Desde el Campo Base ejerce una atracción fascinante e irresistible. Nos atrae hacia ella con una fuerza que no podemos controlar y, sin embargo, precisamente eso es lo que tenemos que hacer: controlar, en la medida de nuestras posibilidades, la forma de subir. Creo que hemos acertado en casi todo lo que ha estado en nuestra mano. Hemos resistido un temporal de diez días de ventisca esperando una sola oportunidad y, cuando esta llegó, la hemos aprovechado. No hemos tenido más opciones ni nosotros ni nadie. La temporada en el Himalaya ha estado tan mala que solo el Cho Oyu ha sido la montaña que ha dado alguna cumbre y, en un porcentaje demasiado elevado, con congelaciones de las que nosotros nos hemos librado por poco. Sabíamos que iba a ser duro y contábamos con ello. Fue difícil y peligroso.

Nuestro compromiso con la ciudad, con las instituciones y empresas que nos patrocinan, como el Ayuntamiento, IMD, Procordoba y Emacsa. Nuestro compromiso con los clubs, Piedraluenga, Verticalia y Cima 2000, con nuestros amigos, los que nunca nos dejaron de apoyar, ese compromiso es el que nos ha dado la fuerza y la razón para subir. Lo importante, el objetivo, se ha conseguido, pero a nivel personal una cumbre sin tu compañero de cordada tiene algo de agridulce que tenemos que aceptar como parte del juego. En este equipo han estado, como no, los medios de comunicación cordobeses, su interés y, en muchos casos, su entusiasmo. Ojalá la imagen de la bandera que simboliza nuestra propuesta de Capitalidad Cultural Europea en la cumbre del Cho Oyu sea un símbolo que, aparte de la demostrada solvencia deportiva que hemos alcanzado, marque un proyecto ilusionante hacia la cima del Everest o la cima que cualquiera de nosotros podemos llevar en el corazón.