Genaro Ramallo tenía dos vidas, dos parejas, muchas amantes, varios hijos y un campo. "La que fue mi mujer y mi hijo hacían camping en una propiedad que yo adquirí cerca de Almonaster. Fue allí donde encontré sus cuerpos sin vida". Así arranca la confesión escrita del sospechoso de los asesinatos de María del Carmen Espejo y su hijo, de cinco años, en 1988. Ramallo envió la carta al diario Odiel desde San Cugat del Vallés (Barcelona), tres días antes de que le detuvieran en Francia.

"No soy un uxoricida ni un infanticida", dice la carta, "soy un profesor de refuerzo que a los bondadosos ojos de mi alumnado no desmerece como enseñante". El escrito de Ramallo es más un perfil sobre sí mismo que una explicación sobre lo que supuestamente ocurrió hace 18 años en aquella finca de Almonaster, donde hace diez días encontraron los dos cadáveres en un pozo.

"Como pareja y marido, pésimo", continúa la carta, "la infidelidad me ha perseguido siempre. En la época de los luctuosos hechos (el crimen) yo compartía mi vida entre dos casas y dos mujeres y aún no sé por qué extraña matemática sacaba tiempo para ocasionales deslices". Ramallo habla de sus infidelidades no para "hacer chistes", sino para explicar porqué estuvo en la "clandestinidad". "Amaba la vida y me la quería beber a grandes tragos", continúa. El autor termina con esta conclusión: "Sólo quiero que la opinión pública de Huelva y los que me conocen sepan que algunas veces la verdad se halla alejada de la realidad que presentan los hechos".

El detenido adjuntó a la carta su número de DNI. En la posdata, el autor desvincula a su otra pareja del crimen: "Si de esta carta pudiera colegirse la mínima sospecha sobre mi segunda exmujer, afirmo categórico que no hay nadie más inocente". Ramallo trabajó en Huelva como profesor en una academia. La Policía le buscaba desde el pasado mes de junio, cuando abandonó su piso alquilado en Huelva sin avisar al casero.