El polvo y la humedad flotan en el ambiente. Tras la fachada del inmueble declarado Bien de Interés Cultural en el 2003, cerrada a cal y canto en septiembre de 1997, se esconde hoy un espacio decrépito marcado por los estragos del tiempo. Ni ambigú, ni butacas, ni pantalla para vivir otras vidas. Nada de eso queda. Solo un espacio vacío, sucio y oscuro con paredes desconchadas. En el suelo se acumulan los restos de su cuerpo desgarrado. En el techo, los agujeros dejan en evidencia su vejez malcuidada. En el escenario aún cuelga parte del telón que tantas historias descubrió a los espectadores. Una valla con carteles de la empresa Ferrovial oculta los signos más evidentes del paso de los años.

El teatro construido entre 1929 y 1932 sobre el solar del antiguo convento de Jesús y María, y concebido por el arquitecto Luis Gutiérrez Soto, inició su decadencia en septiembre de 1997. Al frente de Urbanismo estaba el concejal del PP Luis Martín, que precintó las instalaciones decretando la suspensión inmediata de la actividad en las mismas. Todo fue a raíz de un informe de la Junta, que, en una inspección técnica, detectó deficiencias que afectaban a la instalación eléctrica, aire acondicionado, calefacción, sistema de protección contra incendios y condiciones de evacuación del local. La empresa que se encargaba del cine, del grupo Sánchez Ramade, liquidó el contrato de alquiler tras ver el elevado coste que supondría acondicionar el local. Sus propietarios tampoco se esforzaron por aprovecharlo al intuir las trabas que hallarían al ser un bien protegido.

Entonces tenía un aforo de 1.038 butacas y por fuera brillaba por las pérgolas y arcos de su fachada. Su terraza para las noches de verano llegó a tener mecedoras. Pero todo eso forma parte de su pasado y de los múltiples recuerdos que suscitó.