Tal día como ayer de hace 10 años la vida de los Cortés, una familia humilde del barrio de El Torrejón de Huelva, cambiaba para siempre. La benjamina, Mari Luz, de cinco años, salió a comprar chucherías y nunca regresó. 54 días después aparecía su cadáver flotando en la ría.

El responsable de su muerte fue el pederasta Santiago del Valle, que vivía en un bloque próximo al de Mari Luz, y que, en el momento de los hechos, tendría que haber estado en prisión cumpliendo una condena por abusos sexuales sobre su propia hija.

Fue una cadena de casualidades las que hicieron que esa tarde de enero la pequeña se topara con el pederasta, quien llamó su atención con un juguete y, a partir de ahí, se desencadenaron unos hechos dramáticos que privaron de futuro a una niña que hoy tendría 15 años. «Son días muy tristes para nosotros», ha indicado Juan José Cortés, padre de la niña.

Desde el momento de la desaparición, la familia Cortés pensó en Del Valle como responsable. Las comparecencias públicas de Juan José Cortés eran constantes y en todo momento, quizás por su fe religiosa, mantuvo la esperanza de encontrarla; una esperanza que se truncó el 7 de marzo cuando desde un barco dos operarios vieron flotando en la ría lo que parecía un cadáver.

Mientras, la investigación continuaba y, poco a poco, se fue centrando sobre Del Valle, que finalmente fue detenido el 25 de marzo de 2008 en Cuenca, junto a su hermana, Rosa.

Los responsables fueron castigados. Fue condenado a 22 años de cárcel por un delito de asesinato y otro de abusos sexuales, y su hermana a 9 años por cómplice.

Juan José Cortés continuó recorriendo toda España recogiendo firmas para lograr esa reforma del Código Penal que incluyera la figura de la prisión permanente revisable. Este décimo aniversario de la muerte de Mari Luz no es como los anteriores, ya que viene marcado por la apertura de un debate sobre la idoneidad o no de esa figura penal, sobre si debe de ser o no derogada, a raíz del caso de la joven madrileña Diana Quer.