Hay una palabra que se dice mucho en mi pueblo y que a mí me gusta bastante: los desfaratabailes . Se puede usar en cualquier momento y circunstancias para referirnos a aquel o aquella que cuando el personal está superfeliz va y lo estropea. Por ejemplo, que viene a tocar un grupo a la Caseta Municipal y lo hacen bien, pues va el desafaratabailes y dice: "Cantar lo hacían muy bien, con lo que han costado como para no hacerlo y, además, las sillas son muy incómodas". Y entonces te borra la sonrisa de la cara de inmediato y te contagias de ese espíritu pesimista y oscuro. Ultimamente ocurre que atribuyen estas características a personas que opinan, dígase columnistas por ejemplo. Que alguno hace alguna alusión argumentada a algo con lo que no está de acuerdo, que normalmente suele ser del ámbito político, pues dedo acusador que te crió. Y es que vivimos momentos de gloria para el mundo político: los que ya no tienen sillón de vacaciones, otros de feria, verbena o actividad deportiva que se precie. Y claro, con este panorama tan mega bonito que nos pintan, ¿quién es el guapo que dice algo? Así le ha pasado a compañeros como Alberto Díaz con el que comparto página en ese diario, a Pedro Calzado , o a una servidora, sin ir mas lejos. Eso sí, insultos y calumnias de plumas anónimas. Así que compañeros, unámonos a la fiesta, que es verano y miremos extasiados los farolillos y las luces cegadoras. Sigamos aquel panem et circem romano, que tan buen resultado daba a los césares. La historia está en que las luces se apagan con las primeras lluvias (o se funden). ¿Se construirá un nuevo Guantánamo para los opinadores? ¿Crearemos una asociación de desafaratabiles unidos? La respuestas está blowing in the wind .

* Escritora