LUGAR DE NACIMIENTO LAS MINAS DEL SOLDAO (LOS PEDROCHES)

TRAYECTORIA ARTISTA DE PRESTIGIO INTERNACIONAL, CON UNA OBRA EXPRESIONISTA LLENA DE VIGOR

En septiembre, tal vez octubre si los preparativos se alargan, Córdoba quedará sembrada de estatuas de Don Quijote y otros personajes salidos del gran libro de Miguel de Cervantes, que habitarán algunos de los rincones más típicos de la ciudad como contribución de su autor, Aurelio Teno, al IV centenario del Caballero de la Triste Figura. A él viene dedicando desde hace casi tres décadas este alquimista impaciente del Valle de los Pedroches buena parte de su ingente producción, derramada por el mundo como un canto al sueño imposible de la razón y sus monstruos. Por eso parecía lógico que, en el año dedicado oficialmente a las aventuras del ingenioso hidalgo, los personalísimos Quijotes de Teno, héroes vigorosos y rebeldes --así los ve y así se ve el artista-- se pasearan por la tierra de su creador como ya lo han hecho por otros muchos sitios.

Un anuncio que hace el propio Teno, siempre espontáneo y sorprendente, al mismo tiempo que otro: el de que aparcará, quién sabe si definitivamente, el que ha sido uno de sus principales temas de inspiración y que lo hará "por aburrimiento". Pero más que harto del Quijote ("mi compañero de viaje, un amigo", confiesa), Teno lo que está es asqueado del impúdico sobeteo que desde todas partes viene sufriendo nuestra figura literaria más universal, simplemente por entenderse que es lo políticamente correcto y toca hacerlo. Así que el creador vallesano, a quien se ha definido como tocado él mismo "por un mágico rayo quijotesco", proclama con humor herido que a partir de ahora sólo saldrán de sus manos "tías en pelota e insectos".

--¿No teme que se repita la fatalidad de la última vez que sacó su creación a la calle en Córdoba, cuando desapareció una de sus obras de la misma puerta de la Diputación?

--Y sigue desaparecida. Eso fue hace ocho o nueve años, uno de esos imprevistos que surgen en la vida, ¿tú comprendes? Pero no, no me preocupa en absoluto porque, oye, la vida es un riesgo. Se pondrán los medios, pero además veo difícil que vuelva a suceder. Ten en cuenta que son esculturas de tamaño impresionante, se necesitaría una grúa y un camión para moverlas, y una movida de este tipo no pasaría desapercibida así porque sí.

--Es muy significativo que vuelva a exponer en Córdoba en el año del Quijote, usted que lleva media vida sembrando el mundo de representaciones del héroe cervantino.

--Pues sí, aunque si te soy sincero, no entiendo que ahora se le dé tanta importancia al Quijote y todo el mundo presuma de leerlo, cuando si no se profundiza en la obra, en su metáfora de libertad, aburre a cualquiera. A mí nunca se me había pasado por la imaginación acometer ese personaje, aunque como lector el libro de Cervantes siempre me fascinó y me sigue fascinando. Pero me horrorizaba la imagen que se plasma en las cucharillas y todas esas mediocridades que se venden al turismo como souvenirs , que tanto dañan la imagen de una figura tan emblemática.

--¿Y qué fue entonces lo que le hizo cambiar de idea y llenar su vida de Quijotes?

--Todo empezó en 1976, en una época en que, recién llegado Juan Carlos I al trono, España inició una etapa de expansión por el mundo. En aquellas fechas, el Gobierno español pensó hacer un regalo a EEUU con motivo del bicentenario de su independencia, y qué mejor que un monumento al Quijote, que en realidad es lo que más representa nuestra cultura. En principio el encargo se lo hicieron a Salvador Dalí, que era un gran artista, pero se ve que no se lo tomó en serio o lo que fuera y en el Ministerio de Asuntos Exteriores se asustaron con su proyecto. Ya sabes, las cosas de Dalí. Pensaron que no era digno y que los iban a correr a gorrazos allí --explica riendo, con esa expresividad burlona que le caracteriza--. Entonces alguien sugirió mi nombre, que ya empezaba a sonar algo porque había expuesto en París. En fin, me puse manos a la obra y tuve el honor de que don Juan Carlos y doña Sofía inauguraran mi Quijote ante el Kennedy Center de Washington.

Desde entonces, las recreaciones del aventurero manchego y su rucio, Sancho Panza y otras figuras periféricas --sobre todo los encantadores, esos duendecillos malintencionados que transforman la realidad en delirio y que para Teno son el alma de esta novela de novelas-- han brotado sin cesar de la fértil imaginación de su creador, considerado por muchos el escultor expresionista español más original y vigoroso, dueño de una naturalidad no exenta de sofisticación estética.

Y es que Teno se mueve siempre entre el candor y el color de sus orígenes telúricos, allá en la bocamina de Villanueva del Duque, y el enrevesamiento iconográfico del intelectual que es muy a pesar suyo. De modo que, remontándose a la esencia del Siglo de Oro --pura ironía dramática-- este autor intuitivo ha dejado plasmada la rebelde cordura del loco caballero andante en lugares tan dispersos como Buenos Aires (en el cruce más cosmopolita de la capital argentina, la intersección de las avenidas del Libertador y Nueve de Julio), además de Pozoblanco, Nerja y las localidades madrileñas de Torrejón de Ardoz y Leganés.

--Sus Quijotes escapan al tópico. No parecen figuras vencidas por las circunstancias, sino llenas de fuerza y valentía.

--¡Hombre, claro! Fíjate si serán distintos que cuando a mí me hacen el primer encargo recién muerto Franco, en un momento en que se hablaba mucho de los astronautas y la conquista de la luna, yo pienso que el primer cosmonauta de la humanidad fue don Alonso de Quijano, que abría camino a nuevos mundos. El Quijote es un revolucionario, un tío justo que lucha por la igualdad entre los hombres. El Quijote es una rebeldía, por eso yo lo represento montado en su Clavileño, un caballo emergiendo de un bloque de tierra y alado, como símbolo de libertad. Mi Quijote es distinto, no digo ni mejor ni peor. El de Buenos Aires, que es de 1980, se alza pidiendo justicia, en un país con unos problemas tremendos que todo el mundo conoce. El últi-