En estos días de entrevistas a alcaldes y alcaldesas con motivo de las fiestas de los pueblos, confirmo la conclusión a la que llegué hace ya tiempo: las alcaldesas tienen otra manera de hacer política. Y ¡ojo! que no estoy diciendo que sea mejor ni peor, simplemente es diferente. Supongo que ya saldrá el listillo de turno diciendo: "Ya está esta otra vez con los arrebatos feministas". Pues sí, sin arrebatos, tranquilamente lo digo. Entrevistando a Mercedes Paz , alcaldesa de Villanueva del Rey, tuvimos nuestro ratito de distensión, de contar cómo nos iba con los niños, las exigencias que tenemos día a día, etc. Y hablar de estos temas mundanos no quiere decir que perdamos el tiempo, creo con toda sinceridad que se gana, y mucho. Conoces a la persona que tienes delante y eso se nota a la hora de plasmar las ideas que te cuenta en un papel. Lo mismo digo con otras alcaldesas (siempre habrá excepciones, claro está), de cualquier signo político, como por ejemplo Aurora Rubio , de Belmez, o a Isabel Cabezas , de Fuente Obejuna. Su forma de hacer política las hace más cercanas a la gente, más humanas. Pero esa faceta tiene también su doble filo: la exigencia a sí mismas. Las he visto trabajar como descosidas, haciendo deberes que no están en su cargo, desde poner carteles por las calles hasta interesarse por la enfermedad de cualquier vecino. Y estas "pequeñas cosas", amigos alcaldes, no les entra a ustedes en la agenda. Pensar que hablar de proyectos de desarrollo demuestra más que hablar de guarderías es un error muy masculino. Ellas hacen las dos cosas, pero con más discreción. Es el eterno problema femenino: el síndrome de Maripili , o sea, de cómo las mujeres trabajamos duro pero nos da miedo vender nuestros logros.

* Escritora