El convento de Santa Cruz, una joya del siglo XV situada en pleno corazón del barrio de San Pedro, muestra una imagen algo distinta tras varios meses de obras que podrían suponer el inicio de su renacimiento si continúan. Aun así, este convento, que hace tres años corría riesgo de cerrar sus puertas ante la crítica situación económica de sus moradoras, las hermanas clarisas, sigue necesitando tantos mimos que los planes para recuperarlo no se agotan. Aún tiene abiertas innumerables heridas que a sus inquilinas les gustaría sanar para mejorar su estado, muy deteriorado en muchos espacios, y seguir desarrollando las labores de repostería y lavandería que compaginan con su vida contemplativa. A esto se une un sueño, el de hacer realidad el proyecto de conformar un conjunto único con hospedería y museo.

El día 14 de septiembre, coincidiendo con la exaltación de la Santa Cruz, abrirá sus puertas la iglesia del convento, obra del siglo XVII, que lleva cerrada al culto desde hace siete meses. A las 8.30 horas, el obispo, Demetrio Fernández, oficiará una eucaristía. Los asistentes podrán contemplar entonces los resultados de los trabajos realizados, visibles desde que se cruza el umbral de la puerta del convento.

El atrio que preside la entrada a la iglesia, que se había hundido, se ha restaurado. La actuación ha servido para dejar al descubierto una columna que estaba oculta tras un muro. Junto a ella había una habitación que tapaba los locutorios, espacio que ha desaparecido dejando libre y visible el pavimento de bolo. El arquitecto que ha dirigido los trabajos, realizados por Bonrostro Empresa Constructora, Francisco Javier Vázquez Teja, señala que otra sorpresa ha sido el descubrimiento de los óculos, "de los que no teníamos constancia", y que estaban tapados. Según explica, "la iglesia primitiva tenía una techumbre de madera y en el siglo XVII se cambió y se hicieron bóvedas a nivel inferior, por lo que aquellos huecos dejaron de tener su función de iluminación" y se volvieron a tapar. Ahora, con esta intervención, se deja constancia de su existencia. También se ha arreglado el cancel de madera y el acceso a lo que será la futura hospedería. En la reparación de la cubierta del atrio han intervenido los arquitectos Joaquín Cabezas y Rafael Prados.

La diferencia entre el antes y el después se puede observar también en la cubierta del presbiterio, que se ha restaurado, así como los huecos que lo iluminan. Además, se han descubierto todas las capas y dejado en la cornisa las referencias de las figuras rectangulares y ovales mejor conservadas y que estaban tapadas con morteros antiguos.

Por dentro, la iglesia, que destaca por conservar su pavimento y azulejos primitivos, reluce más tras la limpieza a la que ha sido sometida. También se han restaurado todas las bóvedas y huecos del presbiterio, "zona que estaba muy mal, con riesgo de hundimiento", señala el arquitecto, que recuerda que "Urbanismo dictó una orden de ejecución de la cubierta del atrio, pero a partir de eso empezamos a analizar y comprobamos que la cubierta que cubría el presbiterio y el altar mayor estaba en mal estado, sobre todo los huecos, porque entraba agua y caía sobre los cuadros, por lo que decidimos arreglarlo todo". Las ventanas de la bóveda, a la que se le han quitado las fisuras, han recobrado su color azul primitivo y los retablos lucen con todo su esplendor. Otro cambio ha sido la recuperación del coro alto, que se ha abierto.

La mejora llevada a cabo ha costado unos 125.000 euros a las monjas. Vimcorsa ha destinado 18.000 euros a la rehabilitación del convento, que va a recibir ayudas, aún por cuantificar, de la Diputación. También han pedido ayuda a la Fundación Cajasur. Además, a través de Urbanismo, se está gestionando la solicitud de subvenciones a Fomento para el palacete por el 1% cultural. Sin embargo, todo es poco para lo que necesita. Las monjas, cuyos ingresos proceden de la lavandería, del obrador de repostería y de los donativos que reciben, "están haciendo un esfuerzo muy grande en la ejecución de las obras terminadas y en las pendientes", subraya Vázquez Teja, por lo que siguen necesitando todo tipo de aportaciones y donativos.

Al convento le hace falta una intervención profunda y el Obispado, que está ayudando a las clarisas, lo sabe. Por ello tiene en mente varios proyectos. Uno de ellos transformará la parte derecha del compás, la antigua vivienda del capellán, que se convertirá en hospedería. Es la única casa que tiene el convento con acceso desde el compás. Otro será la recuperación del palacete barroco que atesora. Este edificio es de "los pocos ejemplos de palacios dentro de un convento", indica el arquitecto.

Fue encargado por una familia que tenía a sus dos hijas allí y que quería disponer de un espacio para alojarse cuando fuese a visitarlas. Cuando perdió su carácter palaciego, se utilizó como noviciado, hasta caer en desuso, por lo que "se ha ido arruinando y tiene zonas muy deterioradas". Según el arquitecto, dispone de "un patio barroco precioso con paramentos policromados". Como tiene acceso desde el compás, se puede hacer visitable, por lo que en un futuro será un museo que albergará piezas del convento. Servirá también para eventos culturales.

La tercera idea es ir dando uso a las casas que conforman el conjunto y que ahora no lo tienen. En total, son 7 que fueron creciendo al abrigo del convento. "Unas están bien y otras en el suelo prácticamente", indica. De ellas, solo hay tres en uso. La primera en retocarse será la que da a la esquina de la calle Valderrama, "que tiene las techumbres hundidas". Allí se instalará la repostería del convento, que ocupa ahora otras estancias del mismo que deberían estar dedicadas a la vida religiosa y cotidiana de las monjas, y el servicio de lavandería. Cuando eso ocurra, el obrador dejará de ocupar el refrectorio y la capilla de Belén y el coro bajo quedará liberado de su uso como lavandería. El arquitecto es consciente de que el proceso será "lento".

"La situación angustiosa" que tenían estas monjas en el 2009 "está superada", pero "queda mucho que restaurar y arreglar", señala el párroco de la Compañía, rector del Juramento de San Rafael y canónigo arcediano del Cabildo, Fernando Cruz Conde. Tras el SOS que lanzaron, recibieron donativos, entre los que destaca el de una persona, ya fallecida, que les ha permitido quitarse hipoteca e, incluso, destinar dinero a las obras. De aquella dramática situación, "se ha salido --señala--, pero siguen con necesidades".