La unión del cuerpo, la mente y el alma, traducción del término en sánscrito del que proviene el yoga, cobra un sentido especial en la falda del Castillo de Espiel, en el corazón de la Sierra Morena cordobesa, donde una empresaria jubilada ha enseñado a sus yoguis los beneficios de la respiración y del autocontrol para llevar una vida plena y feliz.

Benita Serna, una trabajadora incansable, esposa, madre y abuela, conoció los beneficios de la disciplina india hace una década cuando buscaba el equilibrio para poder acabar sus maratonianas jornadas de trabajo y vida familiar sin sentirse agotada. Por eso, cuando la jubilación de su marido la hizo volver a su pueblo natal, Espiel, no se lo pensó dos veces y, superando las negativas institucionales iniciales, logró que le cediesen un espacio para poder "dar gratis lo que yo he recibido gratis", dice.

"Al principio sonó raro en el pueblo, empezamos solo cuatro, pero ahora somos más de veinte: embarazadas, octogenarias, amas de casa y niños", explica esta mujer que se instaló en el yoga como forma de vida porque "es todo natural, la relajación y la meditación irrigan fuerza y vitalidad, y también serenidad y control de tu cuerpo y tu mente". Esta sensación de bienestar que se consigue con el yoga la suscribe Antonio Emilio Gálvez, un discípulo que lleva más de treinta años enseñando la manera de armonizar el cuerpo y la mente con el yoga a sus alumnos. Lo hace concentrado en el desarrollo de la consciencia y en el equilibrio corporal, con ejercicios basados en el hatha , modalidad del yoga más común en Occidente. Yo yoga es el eslogan que este grupo de espeleñas ha adoptado como filosofía de vida. Con el marco majestuoso del Castillo de Espiel, las asanas o posturas que conforman el ritual del saludo al sol , los chacras del cuerpo se activan de una manera casi mágica.