--Le encuentro muy bien y muy risueño. Tengo entendido que pronto celebrará las bodas de diamante de su ordenación sacerdotal.
--Sí, sí... pero ya está bien de metales. (Sonríe) Yo, lo que Dios quiera. Lo mío no tiene mérito. Tengo compañeros eminentes, con prestigio... Esos sí.
--Con sus 101 años ¿se acuerda del Seminario?
--Mucho. El Seminario fue para mí donde pasé los años más felices. Siempre feliz.
--Pero se ordenó en una época muy conflictiva, en 1938.
--Sí, sí. Fueron tiempos malos. Yo estuve en puertas de morir con aquellos pobres... Fueron circunstancias dolorosas y tristes.
--Le quiero preguntar por los pueblos por los que ha pasado como coadjutor, párroco y arcipreste... ¿Qué me dice de Priego de Córdoba, Villaviciosa, Palma del Río, Aguilar de la Frontera...?
--De todos los pueblos solo tengo gratitud para con ellos. En todos me fue muy bien y no puedo decir nada malo.
--¿A cuántos obispos ha visto pasar por la diócesis de Córdoba?
--¡Uf! (vacila cansado) ¿tengo que recordarlo? Siete u ocho...
--Pero guarda especial cariño de Adolfo Pérez Muñoz y ha luchado por que la avenida de Las Ollerías vuelva a recobrar su nombre.
--Al menos está repuesta la estatua en la Casa de Espiritualidad San Antonio.
--Dígame un momento amargo de su vida.
--Todos felices.
--Bueno... dígame algún momento menos feliz que otro.
--Si es que siempre he estado contento y satisfecho con mi situación, con mi vida. Yo no he aspirado a nada más que a lo que tenía y todo me lo dieron.
--¿La felicidad es lo que alarga la vida?
--Es cosa de Dios. Hay muchas personas felices a las que Dios se las lleva consigo pronto.
--¿Antes había más virtud?
--(Pensativo) No, siempre igual.
--¿Y cuál es el pecado de estos tiempos?
--Yo a la gente la veo muy bien. Hay de todo. Gente buena, gente regular... Hay de todo, como en botica, y siempre lo ha habido.
--¿Se imagina haber vivido de otra forma que no fuera de sacerdote?
--Yo siempre he tenido vocación, y Dios, a pesar de las dificultades, de la pobreza, me ha ido ayudando en todo.
--Con la autoridad de su edad, ¿qué le aconsejaría a un seminarista?
--(Se incorpora algo y hace un gesto enérgico con la mano). Que sea obediente y cumpla con la misión que las ordenanzas del Seminario le exigen. Yo lo he hecho así y obedeciendo he sido... soy feliz.
--Feliz cumpleaños.
--Gracias (sonríe).