La verdad es que he intentado titular, con su verdadero título. Es decir «ca uno es ca uno», pero no sé por qué hoy sábado, día 18 de febrero del 2017, el compañero a veces enemigo de Internet no me deja como me gustaría; esto es, porque creo que se trata de una frase cierta, ciertamente, de nuestro torero el Guerra, del que si tuviera tiempo me encantaría escribir su biografía de la voz de sus descendientes, porque esa sí que es una vida y no la mía, porque la mía se nutre, especialmente, de las vidas de los demás.

Es casi seguro que en los más de 20 años de existencia de este perol, que ya es aguantar el pobre, he usado este titular verdadero de una frase cordobesa total, que es una verdad como una catedral de grande, como la nuestra, digo, está a punto de abrir la segunda puerta. Mientras tanto, servidor de ustedes trata de abrir su mínima tercera puerta, esta de papel de hoy, que hay mucha, muchísima tela que cortar.

A saber y para empezar. La infanta Cristina, y no voy a engordar la historia, que convierte para mí, por benévola que sea la sentencia que tiene nombre de soleá, con acento en la a, al rey don Felipe VI, ni más ni menos que en un rey aguantador, que ahora sabe que su corona no es de oro, sino de hierro y que pesa cantidad. Sabe bien, don Felipe, que hubo bondad en las juezas, aunque nuestro juez Castro proteste. Pero lo que sí les digo es que no es poca pena el que la infanta, que igual por derecho propio cuando renuncie deja de ser infanta, no deje de ir a la cárcel, aunque en esta ocasión sea para visitar a su marío en la trena. Que no es poco, aunque no tenga que hacer cola. De todas maneras, don Felipe sabe que el día que se ofrezca la foto de la entrada en la prisión de su cuñado --¡ay, los cuñaos, Dios mío!--, la corona, aunque ahora sea de hierro, insisto, estará salvada.

Hay mucho más que contar. Por ejemplo, que hoy para mí la noticia es sin duda, la de verdad, de tan cerca, es que están buscando de nuevo el cuerpo de la niña Marta del Castillo; y eso sí que es de agradecer a quien corresponda. Por eso, aquí lo escribo, para que esté en mi memoria, cuando tanto hay que contar de por fuera, pero también de por dentro. Por ejemplo, a ver si no: Irene Montero, portavoz, y no quiero hacer comentarios. Es la fuerza del amor, sin tregua. Ya la llaman la nueva Pasionaria. Es bella ciertamente, pero va a poner el Congreso a fuego; y si no, al tiempo. Y por lo demás, ahora mismo me llega y por correo de urgencia un libro de nombre guapo, Los xilgaros del tío Jacob, del que es autor ese gran cordobés que es Rafael del Campo Vázquez, por donde desfilan según sus propias palabras, «buena gente, tan solo buena gente». Gracias profesor, que lo es de Derecho Tributario de la Universidad de Cordoba.

Recibo ahora mismo la invitación personal con el título de ilustrísimo señor --muchas gracias, muchas gracias-- de la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, de la que tengo tanta gana, estoy en ello, de hacer una entrevista de perfil humano, para que España sepa del todo quién es esta gran luchadora, con mucho aguante también, y que deshoja la margarita aunque creo que ya sabe lo que le va a decir.

Bueno, pues contarles también que la otra noche, la anterior a la sentencia -¡qué buen título para un libro de poemas!-, el Rey emérito estaba cenando como si nada en Zalacaín y que hubo salmorejo de entrada. Al menos, eso me han dicho. Momento que aprovecho para decir lo que un día don Juan Carlos, que se conoce pie a pie nuestro mapa de Sierra Morena de cuando era cazador, me dijo, ya les digo, poniéndome la mano en el hombro, cuando yo aún tenía hombro -que ahora es solo una percha de la que cuelgan mis huesos rotos-, al oído, eso sí, para que nadie se enterara: «Tico, que sepas de una vez para que no te equivoquen, que eso de la sangre azul es un invento. Que todos tenemos la misma sangre, y que por supuesto es roja, como la de todo el mundo».

Lo cuento a veces, a veces también a voces, porque, aunque la frase es cierta, y bien cierta, quien me la dijo bien merece la pena que la repita.

Eso sí, decirles, que lo de «ca uno es ca uno» es bien verdad. Poco tiempo después del Guerra, el torero que llegó a gobernador, creo que un papa dijo desde el Vaticano al mundo: «L’huomo è indivisibile».

Que es lo mismo, pero en italiano, o sea, insisto, una verdad como un templo.

Y una pena que tengo. Me llama Alfredo Asensi para hacerme saber que su radioteatro, con el Califa vivo, Manuel Benítez, se iba a presentar en las Bodegas Campos el jueves por la noche. Si lo llego a saber antes, me acerco.