Antonio Morales es un artista castreño formado en la Escuela de Artes y Oficios Mateo Inurria. Su actividad polifacética y de búsqueda comenzó con la pintura, para dedicarse posteriormente a su gran obsesión, la fotografía. Su último trabajo le ha llevado a la sala de exposiciones de Afoco, en las que hasta el mes de enero colgó su colección Huellas y metáforas.

En la actualidad, la exposición que durante estos meses ha estado itinerando por distintas localidades de la provincia de la mano de la Fundación de Artes Plasticas Rafael Botí, se marcha hasta Santa Cruz de Tenerife para colgarse en la sala central del espacio de Arte la Recova, dependiente del Ayuntamiento de Santa Cruz.

Su personalidad y sus preguntas quedan plasmadas en sus fotografías singulares. Para el ecuatoriano David Kattán, su obra «transita por una línea que une los espacios de la habilidad y la creatividad».

<b>-¿Usted retrata la identidad de las personas o crea retratos?</b>

-Esa es la primera gran barrera que debe saltar el espectador, la creatividad construye su propio lenguaje, en este caso las fotografias son retratos construidos y reconstruidos para manipular la belleza a través de la importancia de controlar el azar.

<b>-¿Cómo un agnóstico como usted puede plasmar en su obra tanta imagen religiosa?</b>

-No hay religión, porque no la necesitamos. Es cierto que algunas series, por su titulo, puedan llevar al espectador a pensar en ello, pero más bien es una reintrepretación de modelos clásicos que me sirven de pretexto para experimentar con cierta dualidad en el contexto del lenguaje.

<b>-Comenzó con la pintura pero por lo que se ve prefiere pintar con la máquina de fotos.</b>

-Lo que importa al fin y al cabo es lo que quieres contar y el cómo lo cuentas. El instrumento solo es un vehículo para hilvanar ese lenguaje. Hoy día si te fijas, todas las formas de expresión están muy ligadas unas con otras. Muchos fotografos empezaron sus carreras pintando para pasarse a la fotografía, y volver a la pintura al final. Se me viene a la memoria Cartier-Bresson.

<b>-¿Qué busca en realidad con su obra tan diversa, llena de color, interiores, exteriores por descubrir y tan machaconamente monotemática en ocasiones?</b>

-Mi color es muy desvaído, casi monocromático. Concretamente en esta serie expuesta la figura se muestra casi siempre sola en espacio interior vacío.

<b>-Ahora su exposición está en gira por los pueblos de la provincia que la soliciten. ¿Es esto un respaldo a su obra, al igual que la reciente exposición en Afoco?</b>

-Realmente no lo sé, es decir, una exposición en realidad es un hecho traumático para un creador, es el final engañoso de un esfuerzo por mostrar algo que es muy personal, pero a la vez te paraliza y condiciona. Siempre está bien recibir el respaldo de una institución como la Fundación Botí, o de una asociación como Afoco.

<b>-¿Su próximo proyecto será pedagógico o creativo?</b>

-Una vez en marcha Huellas y metáforas, como un ser vivo, buscará su camino aquí y allá. A partir de principios de año me he centrado casi en exclusiva en un nuevo proyecto bajo el titulo El jardín de las Delicias, que establece como punto de partida el cuadro de El Bosco, para ahondar en una serie de composiciones donde de nuevo el cuerpo humano se hace presente, pero esta vez como de una forma anónima, perdiendo su identidad en una amalgama de formas que generan los cuerpos desnudo unos sobre otros. Por el camino, hemos tenido algunos talleres, que este mes de julio también repetiremos aprovechando la estancia en Santa Cruz, y la exposición que se inaugura el próximo 20 de julio.

<b>-¿Por qué tanto animal muerto?</b>

-La muerte, ¡qué mayor representación de lo efímero!, volvemos a esa destrucción de lo evidente para reconstruirnos en lo que vemos o creemos ver.