-En mayo, finalizó la gira internacional para la que recibió el apoyo de la fundación SGAE, ¿cómo fue?

-La comencé en diciembre en Irlanda, donde estuve grabando una canción con un poema de William Butler Yeats. No solo le había puesto música a este autor, también a otros de lengua inglesa. En enero lo dejé para la postproducción y en febrero fui a Nueva York, para presentar la canción. Me moví por pubs y auténtico ambiente irlandés y conocí a músicos del ambiente cultural aquel. Conocí a una cantautora irlandesa que llevaba muchos años en Nueva York y fue ella la que me introdujo por allí.

-¿Cómo surgió la idea de ponerle música a los autores anglosajones?

-Surgió de una forma muy natural. Un día me encontré con ese poema y me impactó mucho. Tenía una melodía inspirada en música celta y compuesta hace 20 años, que grabé unos meses antes de encontrar el poema. Cuando lo leí, me pregunté si le podría venir bien y, cuando vi que funcionaba, la mandé a Irlanda, preguntando cómo la podía grabar. La persona que me estaba ayudando, me preguntó si conocía a un violinista de allí, el de The Waterboys. Y yo dije: «pero si hace 20 años fueron los que me inspiraron para hacer esta melodía». Fue increíble. Recién llegado, fui a un pub a tocar y llegó con el grupo con el que yo había quedado. A partir de esa canción, descubrí otros poemas.

-Y después de Nueva York, ¿dónde continuó la gira?

-Fui a México, pero lo que hice fue presentar otro proyecto, que no estaba premeditado: ponerle música a poemas de escritoras mexicanas, desde Juana Inés, Concha Urquiza, una de las poetas místicas más importantes de México, y Nellie Campobello, la primera escritora que escribió sobre la Revolución Mexicana, hasta Pita Amor. Fueron todas mujeres que pusieron su voz para romper formas sociales que había establecidas. Ahora, engancharían muy bien con el movimiento feminista que hay.

-¿Cuáles son los límites entre la poesía y la música?

</b>-La poesía nace de la música. Estamos acostumbrados a ver la poesía en libros, pero eso es muy reciente. En Grecia ya se cantaban los poemas. Para mí, uno que no se puede cantar casi no es un poema. Cuando te encuentras con los clásicos ingleses, te das cuenta de que están en el origen de las canciones anglosajonas que luego nos influyen.

-¿A dónde fue tras México?

-A Cuba y, después, a Gales, invitado por la Dylan Thomas Society. Yo había musicalizado un poema de Thomas: Do not go gentle into that good night y se lo mandé a su nieta, que es la presidenta de la sociedad. Me contestó que le había parecido maravilloso. Entonces, le comenté la idea de presentarlo allí. Le pareció genial y me puso en contacto con una profesora de la Universidad de Swansea que organiza actos. Fue increíble. Además de presentarla en la que fue la casa de Dylan Thomas, me alojé una semana.

-¿Qué intenta transmitir con el nuevo tema?

-Intento transmitir una actitud y un mensaje de fuerza a la hora de enfocar las cosas. Muchas veces, no llegamos a saber la capacidad que tenemos para hacer que las cosas vayan bien o mal. También, como mi formación es la filosofía, quería tratar el tema del pensamiento.

-¿Qué es para ti la música?

-La música te tiene que llevar a un lugar al que creas que, únicamente, es posible llegar por ella. Si hay un lugar a donde la música no pueda llevarte, no existe. Un solo ritmo es capaz de llevarte a otro lugar. La música es una cuestión de espacio y tiempo a nivel personal. Un determinado sonido a una persona le puede decir algo y a mí, nada.