Al entrar en el local donde Antonio Gómez muestra su belén (en un local de la calle Platero Bernabé de los Reyes), los tonos ocres de una muralla en miniatura que domina todo el lado izquierdo de la composición pueden decepcionar si a uno le han dicho ya que este belén se ha llevado el Premio Especial del 36º Concurso de Belenes Cajasur. Pero basta con adentrarse un paso más en el recinto y comenzar a descubrir detalles para darse cuenta de lo merecido del galardón. Cada piedra del pavimento, cada defecto de las columnas actuales, los frescos sutilmente deteriorados por el paso del tiempo, las imperfecciones de los sillares idénticas a las del monumento original, la textura del bronce de la Puerta del Perdón... Desde las mínimas marcas de excrementos de palomas en algunas piedras, a las desdibujadas señales de la antigua almagra, Y ya en la parte de la calle Torrijos: la Puerta de Deanes, la yesería emiral y califal de las puertas de San Esteban y San Ildefonso, la ligera torcedura de la línea de fachada de la calle Torrijos... Y todo ello usando técnicas como la de encoger el tramo final de la calle Torrijos para preservar la perspectiva sin que pierda majestad el conjunto y sus fachadas (incluida la del Hospital de San Esteban y el Obispado) hasta el Monumento de San Rafael.

«Si se hace esto es porque es mi afición», decía ayer a Diario CÓRDOBA un orgulloso Antonio Gómez, trabajador de la construcción, cercano a la jubilación, que desde hace 20 años ha convertido el belenismo en su afición y casi su vida. De hecho, cada año dedica más horas a su hobby, arrastrando también a su hijo y a un par de amigos que están aprendiendo de él las técnicas de este arte. Sin embargo, hasta hace tres años nunca había concursado, debutando en aquella edición del 2013 con el tercer premio. En el 2014 quedó en segundo lugar y al año pasado logró el primer puesto.

Y respecto al Premio Especial, «está muy bien, por supuesto. No por el dinero, que solo en pegamento me he podido gastar más. Y en horas...», dice sin terminar la frase, pero como dejando caer que todo el trabajo de estudio y reproducción no tendría precio si hubiera que abonar las horas que ha echado a lo largo del año.

De hecho, calcula que ha trabajado el equivalente a unos 6 meses con jornadas de 8 horas... bastante más de un millar de horas. Un trabajo que no habría forma de pagar. O quizás sí haya una recompensa: «¿Que qué le diría yo a la gente? Que vengan a ver el Belén», decía ayer Gómez.