-‘La gran aventura humana’ no es un cómic al uso. ¿Una parodia, un ensayo anticanónico, un género sin definir o una fusión de géneros?

-Imagino que es una fusión de esas tres cosas y fruto de la temeridad y de la pereza. Me puede llegar a ser más estimulante o menos plomizo inventarme la historia de la humanidad antes que llegar a estudiar la real.

-El libro se ajusta muy bien a tu manera de trabajar, fragmentando piezas de un puzle que vas conectando hasta que adquiere su lógica interna: dibujos, poesía, relatos, etcétera.

-La lógica interna, a la que aspira, es delegar la esperanza de que las cosas pueden llegar a ser comprensibles. Y eso es lo que trato de hacer.

-En esta obra caben casi todas tus obsesiones: el hipercapitalismo, la ecología, el consumo, la publicidad.

-No creo que haya muchos temas que debamos abordar con la misma urgencia que justamente estos que has dicho y que se tratan en el libro. Y de algún modo, el libro es una respuesta a una situación de crisis multidireccional a la que hay que atender.

-Radical en tus planteamientos, textos demoledores. ¿El humor mezcla bien con estos ingredientes?

-Sí. El humor es, dicho de un modo grosero, como la vaselina ideal para el pensamiento y la crítica. De hecho, yo por eso siempre digo que, al revés de la frase hecha la letra con sangre entra, yo digo la letra con risa entra.

-«Salvemos a la humanidad. No es una causa noble… ¡Es una emergencia!». ¿Tan mal ves la cosa?

-Sí. Pero no desde el regodeo del pesimista sino desde la única posibilidad que nos queda de salida que implica abrir los ojos a realidades siniestras y justamente hacer el esfuerzo mental de ver qué es lo que tenemos que hacer para salir de esa realidad.

-Al final del libro apelas a la imaginación y la creatividad como rasgo de la especie y única salida.

-Sí. Porque es obvio que solo lo que es imaginable puede llegar a hacerse posible y encarnarse en el mundo. Por tanto, es un mundo en el que hemos conseguido erradicar la esperanza y la visión de un futuro posible. Efectivamente, nos condenamos a vivir sin esperanza y sin futuro. Por tanto, hay que darle la vuelta a esa premisa.

-¡Vivimos encima de la destrucción! Igual tenemos que aprender a levitar.

-Pues mira, ese podía ser un aforismo (ríe) de los que salen en el libro. En el sentido de que es verdad, muchas veces, con giros muy sencillos de palabras, lo que es la poesía, podemos resumir cosas muy complejas. En este sentido, tal como lo dices, levitar es un poco salirnos de nosotros para vernos y ver las cosas tal como son.

-Feminista y muy crítico con los hombres. Incluso afirmas: «Si hay futuro es feminista».

-Sí. El problema con el feminismo es que a los hombres les cuesta asumir una pérdida muy importante de privilegios, pues no va a ser fácil. Pero es obvio que ese puede ser uno de los ejes fundamentales de la salvación. Lo importante es que los valores que normalmente se han asociado a las mujeres y a los hombres, los permutemos, y que los de las mujeres pasen a ser los céntricos en la sociedad. Y los de los hombres, los periféricos.

-El 15-M te parece el hito más importante desde la Transición, por lo que tiene de ruptura generacional.

-Y de ruptura mental. De paradigma. Es el momento en el que, digamos, la ficción de la Transición se resquebraja y vemos qué es lo que hay detrás.

-La indignación colectiva tiene sentido si lleva a una acción constructiva. ¿La indignación del 15-M la ves bien encauzada?

-Depende de todos nosotros. No nos podemos poner en un afuera a la hora de decir eso. Y ahora, desde luego, es lo mejor que nos ha pasado y es un caldo de cultivo gracias al cual están empezando a moverse otro tipo de cosas. Para empezar, nuevos partidos que han cambiado el tablero. Eso, en el marco constitucional. Pero en el marco de los hechos de calle han hecho despertar a mucha gente.

-Y después de reinventar la historia de la humanidad, ¿a qué te dedicarás?

-Voy a hacer una versión ilustrada de La Odisea, con una traducción rigurosa y con unos dibujos también fieles.