Acudo de nuevo, como ya ven, a los juegos de palabras para escribir de una moda. Se llevan mucho los calvos, pero calvos de una vez por todas, calvos que me dice el peluquero, que lo tengo y que ahora, el pobre, también me cuida la barba.

--Señor Medina, es que hay gente a la que corto el pelo a navaja barbera que me pide: «No le importe que se me vean los pensamientos».

Señal de que los tienen, que Dios se los tenga en cuenta. Yo los veo venir y, bueno, pues tengo muchos amigos. Y a muchos los admiro mucho, como es el caso de nuestro Pepe Reina, que para goles y bloquea las tristezas del equipo nacional. Y, además, los hay que no les importa.

--Para cuatro pelos que tengo, mejor estar como una bombilla…

Es una moda, y a las pruebas me remito, que ya saben lo que dijo Pedro El Cruel, que por nuestra tierra anduvo, o mejor dicho, cabalgó en su tiempo, cuando al caer herido de muerte y verse el pobre rodeado de espadas y de soldados enemigos gritó aquello de: ¡Mi reino por un caballo!

De ahí que yo hoy, sacrílego en el fondo y en la forma de las palabras ya dichas, o como una señora de Santander me escribe.

--Es que usted en la radio, de don Carlos Herrera es un rapero ilustrado.

Vale. No me perjudica el símil, así que lo acepto, a la par que les recomiendo que lean el libro que ha escrito Boris Izaguirre, al que el otro día entrevistó, magistralmente, nuestra Toñi Moreno, que cada día da más sur en sus programas del sábado y del domingo. Momento este en el que pido, por favor, ¡dejen en paz a Jesús Hermida!, ahora con que si tal y si cual…

Porque además, ya les digo, antes de irme del todo, quisiera ser costalero, aunque solo sea un día, de vuestra, nuestra, Semana Santa. Claro que a mi manera la sigo, porque me leo todos los días, escriba lo que escriba, mi cura de mi alma, mi don Antonio Gil, que siempre está escribiendo un libro, y que de vez en cuando me envía con su palabra escrita su bendicio y consejo. Pelo largo, pelo corto, pelo que te quiero pelo, pelo en verso, pelo en copla, pelo en el pelo, pelo, damas mías, con la raya en medio, aunque se vean las puntas del pelo, que debéis saber que en silencio, expertos en el cabello, visitan Córdoba, donde mis expertos me han dicho que se están vendiendo muchas trenzas, muchas matas de pelo… Y también se lleva mucho el moño. O sea, el pelo recogido, en coleta, tipo pelo de torero. Que he leído lo que escriben en una revista de moda, moda de mujer, ya digo, de la novillera, nuestra Rocío Romero, «más valiente que muchos machos de los que presumen de serlo». Ah, y que no quiero olvidarlo, la modelísima Cristina Piaget, leyenda viva de la pasarela, asegura por escrito: «Practico la asnoterapia, porque los burros tienen endomorfinas, y te aumentan la autoestima». Palabra de bella. Y aprovecho también para ofrecerles una buena nueva. Don Julio Anguita, el patriarca de la izquierda, vuelve a decir en voz alta sus verdades. Y estoy contento de que le hayan dado el premio Julio Anguita Hijo del periodismo de guerra a Javier Martín Rodríguez, que bien se lo ha merecido. Yo no soy ni mucho menos eso que se llama un influencer, que no influyo ni en mis nietos, pero por mí que no quede. A mí Córdoba me influye en cambio mucho. Por eso, anoto este piropo en un coche al paso de esos que llevan dentro como poco un conjunto musical. Se lee: «Córdoba que me enamora». Oigan, es bueno incluso para un tatuaje. Y me viene a la memoria, de la que vivo ente otras cosas, aquel día que le dije a Félix Rodríguez de la Fuente, que ahora hace años que se nos fue tan lejos:

-¡Ay, Sierra Morena, podría escribir un libro de esos montes de Córdoba¡

Yo le llevé a la tele, cuando era dentista, que es lo que era en la clínica del doctor Sol, de Chamberí. Un laserna me dijo que había un doctor que deseaba hacer un viaje hasta los hielos del norte para encontrar al príncipe de la nieve, el cóndor blanco…

Me contó su aventura en la tele de entonces. Yo, entre dos cordobeses, el gran reportero Yale, Felipe Navarro, y el maestro Matías Prats, y el doctor Félix respondió a nuestras preguntas. Y gustó a la primera. Volvió la semana siguiente, y la otra, y la otra.. Y así hasta la leyenda. Por cierto, y a propósito de pelo, el último día que nos vimos:

-Ticome, ahora que tú llevas un pelo de elefante en la muñeca, que sepas que yo llevo un pelo de jirafa... Siempre iba por delante. Incluso en cuestiones de pelo. Por eso, ahora que todo el mundo habla de su leyenda, yo quiero apuntarme este tanto, que es lo único que me va quedando, aunque ya me voy quedando sin pelo… Tanto que ya no puedo decir aquello de: «No tengo ni un pelo de tonto».