¿Y saben por qué? Pues porque sé que aunque haya discurso en el balcón de la Generalitat, que yo conozco, eso sí desde abajo, aunque he estado más de una vez arriba, siempre como periodista, lo cierto es que yo seguiré pensando en la España total y perdonen mi antigüedad, que aquí refrendo.

Y es por eso que hoy quiero escribir en la mitad de este veranillo de los membrillos, que me hace pensar en Puente Genil como Dios manda, donde está la mejor carne de membrillo del mundo, y no me manden, porque el médico me lo tiene prohibido por lo de la diabetes que me ocupa, además de otras cosas. Lo que sí les puedo decir, aprovechando la fecha, es que recuerdo las antiguas cajas de membrillo de la tierra que uno compartía con el queso y es que aún no sabia uno que en Córdoba había uno de los mejores quesos del mundo, el de Zuheros, que estos días ha sido noticia en todos los lugares del planeta. Queso que me gustó tanto en su dia que hasta tuve casa, y de nueva construcción, en Zuheros, que me hizo el gran arquitecto Luca de Tena, y que además los mosaicos me los pintó a mano el gran artista Tomás Egea.

Recuerdos, memorias, para demostrar siempre y de entrada mi cordobesismo. Que está acrisolado y demostrado, creo, tanto es así que merecía ser de Cordoba porque es valiente, bella y con mucha clase y además canta como los ángeles, esa chavala fabulosa que es Chenoa y que fue novia de David Bisbal. Y que se ha decidido a contar parte de su vida de estos últimos años, claro, niña hermosa, a la que aún no he tenido el gusto de darle la mano, ya saben, la de la cobra dichosa.

Me faltaría sitio para reunir en esta página a todos los cordobeses que he conocido en Cataluña, hoy noticia y mañana ya veremos. Estaban en todos sitios, en los taxis, en las calles, en las instituciones, en las esquinas, con su acento, con su trabajo, médicos, arquitectos... Por cierto, que me ha gustado muchísimo esa medio ciudad junto al mar que ha hecho nuestro arquitecto de toda la vida, el grandísimo Rafael de la Hoz hijo, y a la que de ser más joven me apuntaría ahora mismo, y que demuestra la raza de los buenos arquitectos de Córdoba.

Eso sí, debo pedir disculpas porque a la poeta que me refería la otra semana era Ana Castro, y no Juana Castro, que además de todo es una extraordinaria pintora. Me refería a Ana, la poeta del dolor, que de alguna forma se ha convertido en una de mis poetas de cabecera.

Ah, que no se me vaya de la cabeza. Que estoy de acuerdo, si ella quiere, con que Diana Navarro, la grandísima, sea la que nos tenga que representar en la próxima Eurovisión. Diana, a la que conocí personalmente en Córdoba, es sin género de dudas única. Cante lo que cante, y yo que la vea, que la escuche.

Hablo, y de lo que me alegro tanto, con el maestro Cuenca Toribio, que me llama de vez en cuando o yo a él, y sé que Almuzara va a publicar un libro nuevo ya mismo. Un libro estupendo, de nuestra historia inmediata. Lo estoy deseando ya mismo, cuanto antes, que anda uno escaso de estos regalos del talento.

Y más cosas todavía. Que vuelvo a recordar a la Córdoba de la tristeza, sí, de la tristeza, del mal recuerdo, cuando veo en el palacio de Congresos, arriba en la tribuna, a Ruth Ortiz, la madre de los dos niños del dolor. ¿Recuerdan? Yo también, y mucho muchísimo, a veces una gota amarga en esta copa larga de nuestros domingos, que de todo hay en la España del amor.

Hace años, mucho tiempo, que propuse hacer con Antonio Ramos, que fue quien me dio la oportunidad de esta página hace tantos años, cuando era director, hacer El Vagabundo del Guadalquivir, o sea, la crónica de nuestro gran río, desde que nace hasta que muere.

Te vi en Granada nacer, te vi en Sanlúcar morir. Que es lo que dijo el poeta. No me gustaría irme de este barrio al otro sin haberlo hecho con los cinco sentidos. ¡Qué alegría al pasar por Córdoba donde escribí aquel azulejo del NH, al otro lado del río!

Desde aquí vi nevar en agosto.

Me refería al pajajerío del molino viejo frente a mi habitación del hotel inolvidable. Me dicen que aún sigue el recuerdo.

Y termino con este guiño, claro, a Cataluña tal día como hoy. A ver si no. A Ada Colau, que verenea en la última esquina de Almería, la llaman la Pinito del Oro porque está todo el dia ahí arriba en el trapecio. Pero sin jugarse la vida, porque no tiene abajo como ella tenía y fue muy grande amiga, a su marido, que la esperaba con los brazos abiertos.

Porque hoy firmo arriba a mi manera y abajo como alguna otra vez he hecho. De esta manera, Ticomedinazahara.