Córdoba y Mombasa se encuentran separadas por más de 5.000 kilómetros, una distancia que puede equivaler a una vida cuando se recorre por motivos sanitarios. La oenegé Infancia Solidaria sabe muy bien esto, tanto como Amos y Rosy, dos niños keniatas de 15 y 2 años que han tenido la oportunidad de ser tratados en el hospital Reina Sofía de dos cardiopatías inoperables en su tierra natal.

Ayer Amos fue dado de alta tras ser operado con éxito hace poco más de una semana, pero no abandonará Córdoba por ahora. Junto a su madre, Mary, pasará los próximos meses recuperándose en casa de Manuel Blanco y su familia, que forman parte de una gran cadena de casi 20 voluntarios que hace posible que esta iniciativa salga adelante. Gracias a ellos, la barrera del idioma, la distancia y el cambio de costumbres, son un poco más pequeñas para los niños.

Ángel Parejo, delegado en Andalucía de Infancia Solidaria lo tiene muy claro: "Hay muchas personas buenas que quieren ayudar pero no saben cómo empezar". Ellos comienzan por el principio. Desde la oenegé buscan que los menores no dejen de serlo por haber nacido en las circunstancias más desfavorables, y para ello solo piden el tiempo de sus socios. Cada donación se destina a apadrinar el viaje de los niños inscritos en el programa Sana Sana, que ha permitido curar a más de 20 niños en Córdoba, 160 en toda España, desde que la organización naciera en 2005. La colaboración es la clave.

Es el caso de Hillary Toro, familia de acogida de Rosy y su madre desde que llegarán el 1 de agosto. Los resultados de las pruebas de la niña, que cumplirá tres años estando en Córdoba, aún tienen que ser contrastados antes de poner fecha a la intervención. Entretanto, visitan a Amos para hablar Suajili y tener contacto con los voluntarios, van al parque, a todos los parques de Córdoba, para que Rosy juegue, y comprueban cómo las cosas del hogar son muy distintas en cada país. "Apenas se atreven a tomar verduras sin cocinar porque allí son sinónimo de difteria", advierte Hillary.

Son los pequeños problemas que surgen en un día a día que para Mary, la madre de Amos, son un poco menos duros tras la operación. Por delante tienen todavía el tratamiento con sintrom, un par de revisiones en Córdoba y el largo viaje de vuelta. "El esfuerzo que hace por su hijo es enorme, tras estar toda la vida trabajando. Es algo que yo no olvidaré", dice Manuel Blanco, que sin ser miembro de Infancia Solidaria decidió actuar al enterarse del problema de Amos.

Desde Infancia Solidaria posibilitan que se hagan las operaciones médicas, a cargo de los hospitales que actúan de manera solidaria, además de proveer de un ambiente familiar a los niños durante el proceso. El contacto es continuo y para toda la vida.

Rosy y Amos se encuentran en en buenas manos, pero aún hay mucho trabajo por hacer.