Antonio López Molina, que cuenta con 96 años, ingresó en la Policía Municipal el 7 de octubre de 1945 y le asignaron el número 105, y José Puntas González, con 90 años de edad, ingresó en el cuerpo el 22 de octubre de 1949, identificado con el número de placa 146. Ambos gozan de una memoria increíble y es un placer escuchar sus recuerdos de una época lejana en el tiempo.

Dice Antonio que "con 18 años me movilizaron para la guerra y en 1942 me llevaron a Africa y volvimos con permiso limitado. Entré de guardia municipal por oposición y enchufe. Yo nunca fui a la escuela. Me enseñó a leer y escribir un vecino. Los vehículos que teníamos eran una moto con sidecar y siete bicicletas. Yo repartía con la bici y a caballo por las zonas rurales".

Por su parte, José cuenta que "con 15 años entré en el taller de Ortiz y luego repartía leche hasta que acabé de panadero. Cuando ingresé en el Cuerpo había 100 agentes y como vehículos para patrullar solo bicicletas. Yo estuve en tráfico porque se ganaban dos reales mas. El cuartel estaba en el Ayuntamiento justo donde está hoy. Trabajábamos ocho o diez horas, o lo que se terciaba, y solo teníamos quince días de descanso al año".

Antonio explica que "cuando entré me dieron un traje usado de otro guardia jubilado y mi mujer me remendó y ajustó el pantalón. La calidad de vida nuestra era muy precaria. Yo ganaba 12 pesetas diarias. Algunos servicios me desagradaban mucho, como cuando tenía que recoger mendigos para que los turistas no los vieran. Los llevábamos al refugio".

José apostilla que, "efectivamente, el sueldo de un guardia apenas llegaba para lo necesario y era muy frecuente que la inmensa mayoría tuviera pluriempleo: había acomodadores en los cines, albañiles, conductores y otros trabajos. Yo seguí de panadero hasta que me jubilé. Siempre tenía el turno de tarde y eso me permitió compaginar con mi otro oficio en la panadería".

Antonio recuerda que "en el año 50 comenzaron a llegar coches. Paraban a las puertas de los casinos de Labradores y Mercantil y llamaban la atención. Yo estuve 5 años en el Patio de los Naranjos y asistí a la llegada de los primeros turistas. También presté servicio, durante varios años, en Villarrubia y Alcolea".

José, que es nieto de guardia municipal y tiene actualmente dos hijos en el Cuerpo, dice "que nos daban un talonario de multas de dos pesetas con la consigna de poner como mínimo dos multas diarias. Yo, cuando las ponía, ya no multaba más. Como arma llevábamos solo la porra".

Antonio explica que "teníamos disciplina muy férrea. Ibamos formados hasta la vieja plaza de Los Tejares, donde hacíamos instrucción. En mis últimos años fui instructor de varias generaciones de policías locales y les hacía hincapié en el respeto y buen trato a la gente".

José dice que "la prostitución callejera estaba ubicada en la puerta de Osario. Se quejaron los vecinos y las autoridades ordenaron que las retirásemos de allí. También recuerdo cuando se derribó el mercado central de la Corredera y sacaron los mosaicos que están en el Alcázar".

Antonio y José, dos instituciones en la Policía Municipal, añaden que "antes había más respeto y se temía a la autoridad". Y aseguran: "Volveríamos a ser policías municipales porque ha sido un orgullo vestir este uniforme".