Vienen enjoyados con una sonrisa envidiable, en camisa y tacones altos, tocados por un cierto je ne sais quoi; Marina y Joaquín Salcedo son los representantes de la provincia en el certamen Miss World Spain y Míster World Spain. Son hermanos, cómplices, camaradas, de 26 y 24 años, respectivamente, si bien él lleva ligado profesionalmente a este universo de focos, pasarelas y desfiles desde los 20, cuando se presentó al certamen de Dama y Caballero por Córdoba y ganó el primer premio. El título nacional vino después; obtenerlo le propició a este joven deportista y campeón de trial juvenil en 2005 el ascenso en la carrera por convertirse en el hombre más guapo de España. Marina, sin experiencia en estas lides, llegó a Miss World Spain directamente de su mano, cuando Joaquín, instigado por el organizador de ambos certámenes, Cres del Olmo, la avaló como una candidata flameante.

«Es la primera vez que me presento a un concurso de belleza. Cres del Olmo le preguntó a mi hermano si conocía a alguien que pudiera representar a la provincia y él le dijo, pues tengo una hermana muy guapa. Le mandó fotos mías, y encajaba en el perfil».

Embarcados en esta aventura juntos, se apoyan mutuamente y cuentan, además, con el apoyo psicólogico de su prima para afrontar el reto de la competencia contra más de medio centenar de candidatos, 52 en total.

La semana más decisiva del míster se inicia en Tenerife el próximo 29 de abril; ella aún tendrá que esperar hasta la gala final, prevista para el 15 de septiembre en Cádiz. Siete días de convivencia y frenéticas actividades deportivas, pruebas de talento y trajes, en los que Joaquín y Marina confían ganar la corona con su humildad, sinceridad, alegría y compañerismo. «Somos personas muy alegres; siempre se intenta buscar a una persona que transmita positividad, energía y elegancia», destacan.

La belleza es importante pero no es lo más determinante para llevarse el título a casa; una creencia en la que coinciden, mientras apuntan que se valorará el conjunto, la personalidad y el talento, esto solo en el certamen femenino.

«Obviamente sí tienes que saber desfilar, demostrar educación...», indica Joaquín, con más tablas.

Marina, bailaora de flamenco desde los cuatro años, confía en sus aptitudes para pasar esta prueba, mientras Joaquín se muestra orgulloso de poseer el traje de cordobés que cosió su abuelo, antiguo sastre de una tienda en la calle Concepción, para la prueba del traje típico.

Sus padres, orgullosos y contentos por la experiencia que viven sus hijos, y la oportunidad que se les brinda, esperan también algo temerosos el resultado final de este periplo.

«Si ganamos, nos espera un ritmo de vida completamente distinto al que tenemos ahora, pero están muy orgullosos, nos han alimentado muy bien» bromean, con la risa pronta en los labios.

Hasta ahora, han vivido siempre en Córdoba, dedicados a la empresa familiar de joyería, y ambos esperan que el certamen les sirva de plataforma para adentrarse en la industria de la moda y la publicidad, al menos, durante unos años, si bien coinciden al asegurar que ya ha merecido la pena. Falta esperar un par de semanas y algo menos de medio año para conocer si ese futuro prometedor les sonríe a los hermanos de Santa Marina.