Las minas generaron vida durante décadas en la comarca del Guadiato mientras se producía la explotación de su riqueza mineral. Zonas en las que llegaron a trabajar miles de personas, que elevaron la población de los municipios del norte de Córdoba y que incrementaron de manera importante la renta de sus habitantes. Incluso, al amparo de esa importancia minera, llegó a ponerse en marcha una escuela universitaria en Belmez, que aún sigue formando a futuros profesionales. Sin embargo, a partir de la década de los noventa, Encasur comenzó un proceso paulatino de cierre de pozos, que coincidió también con el inicio de actividad de otros como los de Corta Ballesta (Espiel) o Pozo María (Fuente Obejuna), en los que se iban reubicando los trabajadores. En el año 2005 se cerró Pozo María y en el 2010 se ponía fin a los trabajos en la Corta Ballesta Este. Era el final a una actividad extractiva que había iniciado Encasur en 1961 con 1.658 trabajadores, llegando al máximo de 1.752 en 1962. Sin embargo, ya en 1965 se redujo el número de trabajadores en 461, estabilizándose en torno a los 1.100 hasta 1990. Las normas estatales provocaron la disminución de la actividad en la minería subterránea, lo que provocó que siguieran saliendo de la empresa minera hasta 1997. Desde entonces, ya no se detuvo la caída de empleo. Los últimos 41 trabajadores fueron trasladados a Puertollano y el cierre del centro de trabajo se produjo el 31 de diciembre del 2012. Comenzaba entonces un proceso para recuperar las antiguas zonas mineras. “Lo importante es la responsabilidad que tienes con el medio ambiente a través de la restauración minera. Centros sucios, industriales, centros que estaban deteriorados se han convertido no en lo que fueron, sino en algo mejor”, indicó ayer el consejero delegado de Endesa, José Bogas. “Tenemos que entregar a las siguientes generaciones un planeta mejor al que recibimos. Ese es el objetivo que nos hemos marcado”, añadió.

Hoy, las labores de restauración llevadas a cabo por Endesa han permitido recuperar 835 hectáreas en las que la vida ha vuelto a zonas áridas en las que antes había menor diversidad medioambiental. La intervención ha posibilitado la creación de lagos mineros que se extienden sobre 92 hectáreas y se han convertido en un importante refugio de avifauna. Estas actuaciones de recuperación se han presentado antes de que el próximo año se produzca el cierre administrativo del centro minero de Peñarroya. Será el final definitivo a unas minas que llegaron a alcanzar una producción máxima anual de 950.000 toneladas de carbón en 1996. Durante casi medio siglo (1961-2010), el centro minero produjo un total de 23,3 millones de toneladas. Esa actividad se desarrolló en 13 instalaciones de interior (4 rampas y 9 pozos) y 7 explotaciones a cielo abierto, que se encontraban situadas en los términos municipales de Fuente Obejuna, Peñarroya-Pueblonuevo, Belmez y Espiel. En estos espacios se pueden encontrar hoy ejemplares de buitre negro, junto a cernícalos primillas, águilas reales, milano negro o gorriones chillón hasta llegar a 101 especies, de las que 71 están protegidas o amenazadas en distinto grado. El acto celebrado ayer en la sede de Endesa en Madrid sirvió para presentar también un análisis de otros tres emplazamientos situados en As Pontes (La Coruña), Andorra (Teruel) y Puertollano (Ciudad Real). En sus actuaciones, la eléctrica ha rehabilitado 5.000 hectáreas, como se puede ver en el libro que se ha editado para la ocasión.