Porque una cosa es la memoria y otra cosa es el recuerdo. La memoria es un camino, el recuerdo es un patio. O sea, que si la memoria es larga, el recuerdo es profundo. Estos días, con esto de que si escribo o no escribo mis memorias, lo cierto es que no me decido. La verdad es que prefiero los recuerdos, que están quietos, son pozos, que por algo quedan, y la memoria es algo que discurre y se va como un río.

Como un escudo y un tambor, que son dos cosas bien diferentes. Así que vamos a por el tambor, sobre todo teniendo en cuenta los de Baena, en Semana Santa, que son de los mejores del mundo.

Y al tajo. Por lo pronto, que Espartaco, el torero, quiere volver y de hecho ya lo está haciendo. Lo ha hecho ya, en la Pinzoniana, me comentan. No es fácil dejar de ser torero, tenemos casos bien cercanos. Y Juan, me cuentan que se entrena en silencio, en una de sus plazas familiares. Yo le recuerdo, por ejemplo, aquel día en su casa de Sierra Morena, cuando aún era de él, y recuerdo a su esposa, a la que a veces veo por Sevilla. Y es que, aunque el pelo blanquea, que en los toreros blanquea más que a nadie, la afición, el veneno, no se ha ido del torrente de la sangre.

El recuerdo, más que la memoria. ¡Ay! Si Rocío Jurado levantara la cabeza. ¡Qué barbaridad, criatura! Ahora su nieta, la hija de su hija. Me decían que tenía la mirada triste, es verdad, pero no tanto. Rocío tercera, niña de largo pelo rubio, que ya se ha convertido también en carne del tambor de la noticia. Me duele mucho, le aconsejaría a los que están más cerca, que me gustaría mucho que fuera su madre, que anda ahora con el veneno de la tele, que no la perdiera de su derredor, además de su padre que me cuentan que se está portando, como debe ser, un padre con su hija.

Esta semana le pienso escribir al torero José Ortega Cano a su celda de Zaragoza, a ver si me decido, que está a lo suyo, escribiendo, me cuentan, portándose bien, y, sobre todo, enseñando a los demás, siendo solidario. O sea, solitario y solidario, que es un buen título. Como sería hoy, el de Yo fui un niño del Domund , de los que pedía por la calle de mi barrio, para los niños que nada tenían de Africa. Poco ha cambiado, lo de los niños. Ahí continúan y cada día más. Y uno sin haber podido hacer nada más que lo que hizo cuando era un nene. Recuerdos que se quedan, que se hunden, pero otros perduran.

Como la exposición a la sombra de la Catedral-Mezquita de nuestro Aurelio Teno, inolvidable Teno, con lo mejor de su cosecha religiosa. Me dicen que es un éxito, ya estamos esperando que se reparta por el mundo entero. ¡Ay, si yo tuviera dinero! Además de comprarme un Teno, aunque alguno me regaló, pujaría, si aun hubiera que pujar, por los Romero de Torres, que no pudieron venderse.

Y acabo con la duquesa Cayetana de Alba, que ya tiene ascensor en Dueñas. Es una buena noticia, porque así la veremos más por la Judería de Córdoba.