-Su protagonista, Clay Cassady, un camarero que se convierte en estrella de Hollywood pero al final decide huir del éxito. ¿El lado oscuro de la fama?

-Sí. Es una novela que reflexiona sobre el lado oscuro de la fama y el vacío del éxito, de estar solo en la cima.

-Una reflexión, como dice, sobre el vacío y el éxito de algún guiño a la generación ‘beat’ y a James Dean, ‘el rebelde sin causa’.

-Creo que, a pesar de que es una generación alejada de la mía cronológicamente, estamos muy próximos en algunos sentimientos, como ese nihilismo vital y el deseo de huir, de escapar, de estar siempre en movimiento.

-Una generación un tanto frustrada, dice. ¿Comparte muchos de esos iconos del nihilismo y de vida apartada de las convenciones sociales?

-Yo creo que sí, que compartimos ese momento de crisis. La generación beat había ido a la guerra. Nosotros estamos en un momento en el que no hay trabajo ni hay muchas posibilidades. Y eso nos lleva a un común sentimiento de nihilismo y de alejarnos un poco de las convenciones sociales: estudiar, trabajar, casarse. Se han roto un poco los esquemas. Sobre todo, comprarse un piso, fuera.

-Un día empezó a escribir y cuando acordó tenía en sus manos una novela. ¿Así de fácil?

-Así de fácil y así de difícil, porque tampoco fue un proceso muy consciente y no me di cuenta de lo que estaba haciendo. Pero sí, fue bastante natural la primera novela.

-‘Starman’ es una novela ubicada en Los Ángeles y con ecos de ‘El guardián entre el centeno’. ¿Salinger es el faro?

- En este caso, sí. Salinger es el referente para construir una novela de iniciación. Protagonista joven y hablar sobre ese paso de la infancia hacia la adultez, ese cambio vital tan importante.

-En la novela muestra este mundo mediatizado donde todos estamos conectados. Usted nació ya en ese mundo.

-Yo nací ya en este mundo y no lo imagino ya de otra manera. Cuando yo nací, ya teníamos Internet en casa. Así que siempre he vivido en este mundo, que creo que está muy mediatizado y globalizado. Al final, un joven español tiene una vida muy parecida a parecida a un joven de Los Ángeles.

-Adora el cine. ¿Tal vez por eso su narración tiene secuelas de documental y reportaje periodístico?

-Claro. Quería que fuera algo muy visual, algo muy cinematográfico, que el lector pudiera irse imaginando lo que pasaba, filmarlo en su cabeza.

-Cuando publicó su primera novela, ‘Esos días raros de lluvia’, le molestaba que aludieran a su edad. ¿Le parece normal publicar la segunda novela a los 22 años?

-Bueno, es pronto estadísticamente, muy joven para estar publicando pero, claro, no iba a guardármela en el cajón si yo ya estaba preparada para esto. Antes me molestaba mucho que me dijeran que era muy joven. Pero ahora me parece halagador.

- Ser joven siempre es un halago.

-Se pasará, además.

- También le fascina el realismo sucio: Bukowski, Raymon Carver. ¿Qué encuentra en sus textos?

-En los de Carver, muchísimo. Me encantaría algún día hacer algo que hace él, que es un poco poetizar lo cotidiano. Escribir un cuento sobre una escena muy cotidiana pero con un lirismo tan especial que lo hace único.

-Para documentarse sobre los lugares que describe, viaja a algunos y otros los busca en Internet. ¿No teme que la pantalla le devuelva la imagen de una realidad falsa?

-Claro que lo temo. Precisamente porque lo temo, intento usar todos los recursos que puedo y que sean distintos. Por ejemplo, no basarme solo en lo que vea en Internet o en páginas de viajes que van a mostrar un lado muy idílico. Intento cambiar todas las fuentes que pueda para dar una visión más caleidoscópica.

-Siempre ha sido una lectora voraz de una generación de jóvenes que no leen. ¿Alguna contradicción?

-Lo contradictorio es que tenemos más acceso que nunca a todos los libros a los que queramos acceder. Estamos bombardeados por tantos referentes culturales que es imposible asimilarlos todos.