Aunque en el diccionario español, el habitual, el de mano, que es como un viejo banderillero mío, no dice, no explica la palabra justa, y como ustedes me perdonan, no tengo a mano la sacrosanta definición de la biblia de lo taurino, y además no me responden algunos de los teléfonos que necesito, sí que les quiero asegurar que sé lo que es una manoletina: pase de muleta, etcétera... Que nadie hizo como su inventor, don Manuel, el gran maestro del que estos días conmemoramos su adiós en la Plaza de Linares, cuando mas brillaba el sol...

Así que me atreví a ir ayer mismo al Paseo de Rosales de Madrid, donde yo un día me senté a tomar una cerveza en el paisaje del mimbre y el atardecer con aquella mujer rubia, aquella sombra dorada que Miguel Herrero, el pintor bohemio, me dijo: "Y aquí, Tico, tengo el gusto de presentarte a doña Lupe Sino, que sé que tenías mucho gusto en conocerla". Lupe se puso en pie, debió de ser una mujer muy guapa, de mucha fuerza mejor dicho, ya era un helecho elegante bajo el sol de la memoria.

--El honor es para mí, caballero, usted siempre habló, escribió, con mucho cariño de Manuel.

--Aunque no le conocí personalmente. Por cierto, doña Lupe...

-Llámame Guadalupe si quieres.

Hablamos largo rato. Lo publiqué en algún sitio, que ahora no recuerdo. ¡Ha escrito uno tanto¡ ¿Dónde estará aquella fotografía de bolsillo que nos hicimos cuando no había estas cámaras que hay hoy que te lo dan todo, en un segundo y en mano? Hablamos. Luego, ella se marchó del brazo de Miguel hasta su casa de la calle Hilarión Eslava, donde vivía, y que según la tradición taurina le había regalado el torero. Sí, sé lo que siempre he contado que Lupe me confesó aquella tarde de otoño de Madrid, como dice el chotis.

-De haberme dejado entrar don Alvaro Domeq en el hospital de Linares, seguro que nos habríamos casado por la iglesia. Teníamos hasta cura en la misma puerta de la habitación donde se moría Manolo.

Y mi nieta Lola, que va y me dice: "Abuelo, que mira que zapatillas tan lindas me he comprado en los Lexintong de la Quinta Avenida. ¿Y sabes cómo se llamaban? Manoletinas". Se me puso la carne de escalofrío. ¡Coincidencias¡ "Y además, abuelo, que son la ultima moda en el mundo entero". Cómodas y bellas, elegantes, juveniles, artísticas. Manolete en el fondo de las gafas de espejo de mi nieto Manuel, son las mismas que llevaba el torero, que portaba Cámara. Esto mismo que escribo es como una manoletina de papel, una faena para aliviarme un poco.

Que me alegro tanto de que Carmen Romero haya salido de un momento difícil del toro de su enfermedad. Ella sabe que lo digo de verdad. Como me causa tristeza el adiós de Peret, el gitano de la rumba, que también en Córdoba se sabe cantar.

Y que Dios reparta suerte, ahora que a partir de mañana empieza el largo y duro septiembre-