El otro día, señor, que sabe que le conozco desde niño, perdone si parece una falta de respeto, pero nada más lejos de mi deseo, de mi lealtad. El otro día, digo, en la tarde de Juan y Medio, en Canal Sur, donde siempre, siempre, hablo de usted, conté que me gusta que "su barba encanezca, como debe ser, como le ocurre a cualquier hombre". Y la barba, que además la lleva muy bien, y cuidada como Dios manda, es el retrato más íntimo y verdadero de un ser humano, lleno de preocupaciones, que nos asoman a su interior, a su alegría o a su tristeza, y además, señor, a usted, le cae muy bien, como siempre digo.

Don Felipe, como las palabras se las lleva el viento y en ningún sitio más que en la televisión, he querido que en esta ultima página de hoy quede por escrito lo que es para nosotros un buen síntoma de que su corazón sufre con lo que sufrimos, se alegra con lo que nos alegramos, y quiero que a mis 80, por encima del gesto, quede lo que está escrito, que las palabras, por irrelevantes que sean, quedan aquí, anotadas, en el papel de periódico, de nuestra casa y mas aún, señor, si tenemos en cuenta que nuestro CORDOBA es líder en lo suyo.

Que vaya por delante este consejo de viejo andaluz que cada día está más cuerpo a tierra, y bien lo sabe Dios, que siente no poder estar en ese juramento, de nuevo, de la bandera de España, que en su día juré, siendo soldado voluntario, y que no me importaría volverlo a vivir en esa hermosa tierra cordobesa, donde puedo presumir y presumo siempre, que es mi segunda patria. ¡Hace tanto tiempo que no escribía la hermosa palabra patria! Pero, la escribí hoy, 24 de julio, viernes, cuando mando todas las semanas este Perol , que hoy de nuevo me llena de alegría y de vida contarlo, sentirlo, escribirlo, mul-ti-pli-car-lo.

Como me gusta escribir, aunque sea desde la tristeza --que la vida es eso, sonrisas y lágrimas--, la pena de que se nos fue Sazatornil, Saza, al que tantas veces entrevistamos. Siempre estaba ahí y vivió una vida larga y entera, nada más y nada menos que para divertirnos, hacernos sonreír, convertir al menos el valle de los llantos en el camino de los cantos. Gracias, Saza, que nos alegraste la vida, a todos, desde tu talento y tu trabajo. ¡Comicazo!

También comprobar lo que nos alegra el cuerpo, con permiso de su marido, Iker Casillas, el enorme portero, que la señora, bellísima, Sara Carbonero pasee con el niño en brazos por las calles de Oporto, ciudad bella de Portugal, donde ya su marido ejerce en el equipo. Momento que aprovecho para indicar que igual desde ahora el dulce vino de Oporto será más dulce todavía, y que la podamos ver, alegría para la vista, aunque sea en la tele de Oporto, donde ya tiene, si quiere, doña Sara de La Mancha , mesa, camerino y programa de gran audiencia, porque la cámara la quiere mucho, y ella se lo merece. A ver si un día de camino a Madrid, señora, se pasa por Córdoba, donde siempre la esperamos con los brazos abiertos.