-Su último libro se titula ‘De Platón a Batman. Manual para educar con sabiduría y valores’. ¿Cómo le surgió la idea de escribirlo?

-La idea surge de un libro anterior. Había hecho un análisis de la educación contemporánea basándome en el concepto de la fragilidad de la sociedad actual, pero era muy denso y desde la editorial me dijeron que sería una buena idea extraer el capítulo que había dedicado a los padres y escribir un libro con él.

-¿Por qué ha juntado a filósofos y superhéroes en esta obra?

-Por hacer algo ameno. Se me ocurrió utilizar la filosofía como fondo y unirla a los superhéroes porque están en auge. La filosofía me aporta el sustento teórico y los superhéroes me aportan pragmatismo y poder llevar estas ideas a la práctica porque, aunque sean personajes de ficción, sus valores y la ética que tienen me vienen muy bien para poner ejemplos fáciles de entender. Además, casar estos conceptos me permitía hacer algo fresco y distinto del resto de libros sobre educación en la felicidad que hay en el mercado.

-¿Qué papel juega el saber educar en la felicidad «sana» en una sociedad que nos impone ser felices?

-El concepto de «felicidad sana» es importantísimo. En el libro hablo precisamente de la tiranía de la felicidad. Se nos impone ser felices, de ahí la importancia de saber identificar una felicidad sana. Estamos en un mundo muy visual que no requiere reflexión, por lo que se imponen modelos irreales de felicidad visual que asimilamos sin darnos cuenta. Es necesario saber diferenciar la felicidad virtual y la real y para eso hay que saber ver de una forma crítica. Por eso en el libro no me centro en la felicidad, sino en educar a una persona equilibrada.

-Con respecto a la ‘zona de confort’, ¿cree que es mejor aprender a salir de ella desde la infancia?

-Sin duda. Batman aparece en el libro precisamente porque es un superhéroe que no tiene superpoderes y usa su creatividad e ingenio para enfrentarse a los enemigos, saliendo de su zona de confort y transmitiendo una gran valentía. Es muy importante que los padres sepan identificar el carácter de su hijo y les vayan haciendo salir poco a poco de esta zona. De hecho, cualquier proceso educativo pasa por la identificación del miedo, el intento de racionalización del mismo y la valentía de enfrentarse a él.

-¿Considera que se está perdiendo la educación en valores?

-No solo se está perdiendo, sino que ya casi ni existe. Los valores cívicos, que son los que transmiten los superhéroes de los que hablo en el libro, se daban en las casas, escuelas e incluso en el cine, pero parece que ya no forman parte de la sociedad.

-Entonces, ¿es una asignatura pendiente en los centros educativos?

-Por supuesto. Solo hay que fijarse en que la inclusión de asignaturas como Ética o Educación para la Ciudadanía se han vuelto prescriptivas ante una situación en la que se necesita educar en valores que apoyen a la sociedad y que no incurran en el híper individualismo que tenemos hoy en día. Lo peor es que este problema ya no es solo de los niños, sino también de los adultos.

-¿Qué opinión tiene de los padres ‘millennial’?

-Creo que están teniendo problemas para identificar qué es bueno para sus hijos o qué no, porque ni siquiera saben lo que es bueno para ellos mismos. Ahora el futuro es muy incierto y cambia constantemente y la incertidumbre se apodera de unos padres que han «profesionalizado» la paternidad y quieren que sus hijos estén completamente formados en todos los aspectos, y esto no es posible.

-Por último, ¿cree que la educación emocional es un buen instrumento?

-Es un instrumento, pero no el único. Creo que se está potenciando demasiado y así se fragiliza a los niños, impidiéndoles que aprendan a, por ejemplo, resignarse. Esto está perjudicando seriamente al sistema educativo porque los niños están perdiendo el respeto a los profesores.